25 septiembre 2023

Añicos de soledad

Saciados
de amar salieron un momento de la tienda de campaña, Concha encendió un
cigarrillo, el humo se extendía sobre la nebulosa de vapor que brotaba del agua
enlodada del embalse.

Hacía
varios días que no hablaban, solo expresiones cortas, monosílabos que surgían
sobre todo en el momento de comer o besar, algún gemido en forma de palabra
entre la mantas y los sacos rotos de dormir.

Llevaban
días intentando subir al gigantesco pino de la leyenda, pero daban unos
pasos y comenzaban de nuevo a besarse, los labios a veces sabían a ron con miel
y saliva, a deseo, a sensaciones ancestrales de la adolescencia que ya habían
olvidado, para volver una vez más al lecho sobre la hierba, al deseo sin medida.

Había
tanto que contarse, tanto destrozo interior en aquel viaje antes de encontrarse
en la casa de Julia, tantos laberintos de dolor de los que parecía imposible
encontrar una salida, la eterna liberación desde el abismo, un huequito insignificante en
el naufragio.

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