Dicen que los derechozos son demócratas hasta que ven peligrar sus privilegios, sus prebendas, sus sueldazos a costa de una mayoría ciudadana que no llega a fin de mes, que se siente esclavizada por las deudas bancarias y el desempleo. Mientras Bono nos demuestra una vez más su enorme prepotencia que es la misma de muchos de su partido, ahora asustados con este gran movimiento popular contra la corrupción y unas reformas y recortes sociales que ellos mismos propician con su política neoliberal, traicionando a la clase trabajadora y aliándose con la banca y las grandes fortunas, para seguir pisoteando los derechos constitucionales de millones de personas indignadas contra tanto despropósito político.
Las porras y los miedos de Bono no son más que el reflejo de una administración en manos de personajes sin escrúpulos, capaces de cualquier cosa con tal de no perder sus poltronas, unos sillones de mando desde donde han accedido al hipócrita reino de los nuevos ricos viviendo entre el glamour, los trajes caros, los coches oficiales y los guardaespaldas, siempre a costa del esfuerzo de la ciudadanía que paga con su trabajo y sufrimiento todo este despilfarro.
La delgada línea roja que según el ministro Jáuregui, otro viejo rockero del talante, se está traspasando por parte de este movimiento ciudadano, se traspasará todavía mucho más porque luchamos contra la corrupción, contra la especulación, contra el enriquecimiento ilícito de unos políticos compinchados con banqueros y especuladores para amasar cuantiosas fortunas.
Esto no es más que el principio de una revolución pacífica que no van a poder parar.
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