Allá flotaban las semillas en el aire como regalos sin nombre en nubes de tormenta. La vida pasó de repente como un torbellino donde viajaba entre banderas y flores. Soñaba amarrado al lado más oscuro de aquel muelle destruido y gaviotas moradas alumbraban el medio sol de la tarde. En esas sombras me oculté de nuevo entre rocas y algas desecadas escuchando la risa de gente feliz. Enamoradas brisas se perdieron en lo profundo del risco y los anillos se mezclaron con el mar, salados como los besos en madrugadas de otoño.
Todavía queda esa felicidad perseguida que galopa entre montañas infinitas, me llega y destroza el último silbido del viento entre tabaibas y luces.
Ya casi llegó la noche a la cabaña de madera y la araucaria despide flores y notas que solo se ven cuando duermes.
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