25 septiembre 2023

El asesinato de estado de Bartolomé García

A Bartolomé García, joven estudiante de Magisterio
de 21 años, lo acribilló a balazos la siniestra policía del post franquismo en
Somosierra (Santa Cruz de Tenerife), fuerzas del régimen casi o más peligrosas
que la criminal banda de asesinos uniformados de la dictadura. 



El muchacho solo
abrió la puerta de la casa de su tía, no hizo nada malo, en el momento en que
varios hombres armados vaciaron sus cargadores sobre su frágil cuerpo, aquel 22
de septiembre de 1976.

Las calles de Tenerife se inundaron de claridad,
lucha y dignidad, de cientos de miles de personas exigiendo justicia ante este
horrendo crimen de estado, una movilización contra el terrorismo que emanaba de
un régimen podrido, heredado de una dictadura sanguinaria, la que asesinó a más
de medio millón de personas que defendían la democracia y la libertad.

Ahora uno de sus responsables y condenado por
homicidio, sin ninguna vergüenza, sin arrepentimiento, este domingo de
septiembre, aparece en un periódico canario, tratando de justificar que ese
crimen fue un error, que buscaban a “El Rubio”, el supuesto secuestrador y
asesino del genocida franquista y violador de mujeres, Eufemiano Fuentes.

Solo de leer su vergonzosa justificación se percibe
el hedor a falsedad, el querer tapar tanta mierda que les llega al cuello. Una
sangre inocente que jamás podrá ser reparada, que nunca podrán limpiar de sus
manos infectadas, la sangre inocente de Bartolomé García, el muchacho asesinado
impunemente, donde sus asesinos policías españoles fueron exiguamente condenados
a dos años y medio de cárcel, para una vez cumplida la ridícula “condena” reincorporarse
a sus puestos de trabajo como si no hubiera pasado nada.

El personaje habla de que se confundieron, que ese
día buscaban al legendario fugitivo, que fueron a esa casa pensando que la
mujer que la habitaba era su amante, que cuando se abrió la puerta el muchacho
la cerró asustado ante tantas metralletas y pistolas apuntándole, que en ese
momento lo acribillaron, que pensaban que era “El Rubio”, comentando
pomposamente que cuando lo trasladaba al hospital en vehículo policial desangrándose
le dijo que rezara si creía en Dios.

Este asesinato sigue impune, los que mataron a
Bartolomé, casi todos vivos y coleando, siguen en activo en cualquier comisaría
o cobran jubilaciones sustanciosas pagadas con nuestros impuestos. Jamás se ha
hecho justicia y si esta España de pandereta y corrupción política generalizada
fuera un país democrático jamás saldrían de la cárcel. Acabarían en los libros
de historia sin ser jamás absueltos ni publicitados en medios de comunicación
de una supuesta sociedad democrática.

Su “excusa” para asesinar a un muchacho con toda una
vida por delante avergüenza a las personas de bien, basarse en que buscaban al
secuestrador de un asesino fascista es como si se montaran un cuento triste de
Mortadelo y Filemón, un circo, una nueva mentira para seguir tapando un
asesinato político en toda regla. Además usando el mayor montaje policial y de
estado de la historia de España, donde flagrantemente se estructuró el
secuestro del sátrapa criminal Eufemiano Fuentes, que temía ser castigado por
sus cientos de crímenes como integrante de las “Brigadas del Amanecer” en
Canarias, para buscar cabezas de turco, colocar un cuerpo sin cabeza ni manos
en un pozo, supuestamente del industrial tabaquero, del que jamás se le han
realizado pruebas de ADN, generando la persecución de Ángel Cabrera “El Rubio”, la violación de sus hermanas por varios policías fascistas, la desaparición de
su hermano Roberto Cabrera, posiblemente a manos del estado. Una mala película
con todo tipo de fallos que han tratado de meternos por nuestras narices, donde
se perciben los vergonzosos niveles de putrefacción de un estado inmundo, capaz
de todo para encubrir a sus queridos asesinos fascistas.

Bartolomé García nunca morirá en nuestra memoria, no descansaremos hasta que los culpables sean castigados por la implacable justicia
del pueblo, la que emana de una verdadera sociedad democrática, la que jamás
permitiría que se masacre impunemente la vida de sus hijos.



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