1 octubre 2023

La serenidad del camino de la justicia

El dueño de la
empresa de seguridad que montó su imperio haciendo firmar en el lecho de muerte
al legítimo propietario un acta notarial para quedarse con todo. El corrupto
empresario vinculado al criminal partido de la Gürtel, presente en los papeles
de Bárcenas, cantaba el “Cara al sol” en la intimidad, con sus amigos fascistas
en los asaderos del chalé del gigantesco jablón de pájaros, traficaba con polvo
colombiano y heroína, tenía carta blanca del facineroso gobierno para hacer lo
que quisiera, siempre y cuando untara los besos de los corruptos ministros y
jefes de la policía, en especial del psicópata de los tics nerviosos y los
abusos de poder, al mejor estilo de su admirado prócer, el criminal de lesa
humanidad, violador de obreras, el genocida tabaquero Eufemiano.

Tanta gentuza
junta, tanta barbarie, la continuidad del genocidio franquista en pleno 2016,
preocupados por si se abría la fosa del cementerio de la ciudad colonial,
convocaron una reunión en la sede del partido del gallego fascista, los jóvenes
de las generaciones nuevas les prepararon el café y las pastas, chocolate
Cadbury y el descafeinado para el ministro, sus problemas de tensión alta tenía
que cuidarlos, era necesario según le dijeron en la revisión en la clínica
privada del marido de su buena amiga Cospedal.

Conscientes de que
en una fosa que se abría los huesos eran lo de menos, que el verdadero problema
era que se conociera la verdad, quienes participaron en las brutales torturas,
quienes dieron el tiro en la nuca, quienes apadrinaron el genocidio, los
fusilamientos, las desapariciones en simas, pozos, agujeros volcánicos sin
salida.

Sabían que si se
abría la fosa muchos nombres saldrían a la luz, que era imposible controlar a
los medios de comunicación ante tremendo notición, el morbo mediático que
estremecía los cojones de aquella gentuza reunida en aquella sede del Puerto de
la Luz.



Al final
decidieron que era imposible parar todo aquello, mover sus millonarios
servicios jurídicos para posibles querellas, que no se supiera lo que sucedió,
buscar las formulas para tapar algo imposible de detener.

Mientras en el
cementerio se realizaba un homenaje a pie de fosa común, presentes los
concejales de la izquierda verdadera, algunas de su partido,
 preocupadas, no salieron a hablar, reservadas,
caras de miedo. El alcalde no quiso estar, le avisaron que perjudicaba su
imagen para el voto derechista, prefirió dar una conferencia en la capital, a
miles de kilómetros, para mostrar cómo se puede gobernar con los descamisados,
elegante, peinado con una especie de fleco ridículo, la última tendencia, pero
con los calzoncillos cagados por las presiones de los herederos de los
asesinos.

Esa tarde la fosa
estaba ya medio abierta sin que el proceso de exhumación se iniciara, el
irreverente viento marino hacía presagiar que la justicia histórica arrasaría
por todo, comía pensativo, triste, inseguro, en el lujoso restaurante de la
capital junto a la camarilla que encabezaba la procesión de la sangre, el pacto
con la ultraderecha falangista, para que España siguiera siendo el nido de la impunidad.

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