Aquellas pequeñas serenatas diurnas de amor y lucha nos han traído por sendas de fraternidad y recuerdos imborrables. Esa música entraba en nuestras venas como inyectada por un fulgor desconocido, algo nuevo y pasajero que nos inundaba y nos hacía seguir queriendo enamorarnos, amando unos caminos por los que recorríamos el sendero de la vida.
Allí estábamos tan jóvenes, entre cuerdas y acordes en la playa de Guayedra o en cualquier cala de arena y salitre, bajo los pinos de Tamadaba o la frondosidad del Barranco de La Mina, mientras sonaban los arpegios de una música distinta, impactante cuando la escuchábamos por primera vez y unas letras que nos trasladaban a otros planos, a lugares selváticos de guerrillas insomnes, con olor a caña de azúcar, bohíos y árboles gigantescos.
El «Che» se hacía presente al sonar el “Unicornio” y el “Dulce Abismo” nos arrullaba abrazados a la lucha y al viento de la noche sin saber que más allá nos esperaba cualquier destino. Sueños de un mundo mejor, de una sociedad igualitaria, solidaria, libertaria y sin tanta explotación, sin tanta hambre, sin tantos niños y niñas abandonados al dolor y la miseria.
La voz de Silvio Rodríguez nos ha acompañado en nuestro camino durante muchos años, nos ha regalado historias de amor tan bellas, de finales y principios en el claro de la luna, de días en que partíamos de un lecho donde buscábamos calor. El maestro de San Antonio de los Baños, la voz de la revolución cubana nos ha entregado lo mejor de su poesía y de una música que sigue palpitando en nuestros corazones, que sin darnos cuenta tarareamos en recuerdos inolvidables, momentos mágicos donde las notas de este cantautor ya eterno nos han adornado las más dulces melodías de nuestros sueños.
Quiero desde estas humildes líneas lanzar mi homenaje a quien no se ha vendido al lujo y a la opulencia del capitalismo, a quien desde su Cuba amada dedica las horas a componer sueños y banderas de luz, aunque algunos lo quieran arrastrar por sobre rocas el sigue presente, demostrando al mundo que la dignidad puede ser más importante que el dinero.
Todo tuvo su origen en unas islas chiquititas, de donde partieron parte de los familiares de Silvio Rodríguez desde los Llanos de Aridane en La Palma, hasta el caimán verde del Caribe. Una familia Domínguez, unida en lucha y sangre a la heroica odisea del pueblo cubano por alcanzar su libertad. El tremendo orgullo de resistir un bloqueo criminal durante más de cuarenta años.
En esta parte del mundo donde también tenemos un odio y una vergüenza, se nos sigue encogiendo el alma cuando suena en cualquier rincón de nuestra tierra la “Canción del Elegido”. Desde aquí, desde Canarias, también estamos dispuestos a cambiar cada cuerda por un saco de balas solidarias por la revolución que Silvio y su pueblo defienden, un proceso histórico que simboliza gran parte de la esperanza y la dignidad de los pueblos oprimidos de la Madre Tierra.
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Me siento identificada con tus letras, sigo creyendo en esa música y sus ideas.
Saludos
Lola. Me alegra esa identificación, Silvio nos sigue dando todo ese amor que nace de unas cuerdas de guitarra combativa, de ideas puras para acabar con tanta maldad en este planeta. Un abrazo fraterno.