25 septiembre 2023

El robo planificado de nuestro futuro

Mi abuela Frasquita, casada con el represaliado y
preso comunista, Juan Tejera Pérez, fue funcionaria del secuestrado
Ayuntamiento de San Lorenzo en Gran Canaria. Esta mujer bella, de buen corazón, comprometida por el bienestar de su familia, que sufrió como nadie la represión
franquista en sus propias carnes, fue testigo directo del saqueo de este
municipio, de cómo los fascistas de la oligarquía isleña destruyeron y
arrasaron por todo un pueblo, culminando su atropello con el fusilamiento de su
alcalde junto a cuatro compañeros el 29 de marzo de 1937, uno de ellos mi otro
abuelo, Francisco González Santana, sindicalista y militante del Frente Popular.
 
Aún recuerdo como en los años 60 la obligaban a
limpiar la sede de Falange en Tamaraceite, allí la acompañé muchas veces de
niño, viendo banderas con yugos y flechas, fotos del criminal General Franco,
de toda la escoria franquista que manchó de sangre las calles de un pueblo prospero
y libertario, integrado por gente honrada que aupó al poder en los años 30 a la
izquierda revolucionaria.
 
Años después con veinte y pocos años comencé a
militar en las Juventudes Comunistas, a moverme por barrios obreros de la isla,
en distintas bregas populares, hasta descubrir la animación sociocultural como
un instrumento idóneo para luchar por un mundo mejor, interviniendo en la
sociedad para dinamizar procesos grupales que contribuyeran a un cambio social.
 
Al poco tiempo llegó mi primer contrato y comencé a
trabajar con jóvenes en barrios desfavorecidos, así inicié una carrera de 26 años
en distintos proyectos socioculturales, algunos de autogestión juvenil como la
Casa de la Juventud de Schamann, iniciando en el año 90 una nueva trayectoria
en el terreno de la educación popular, precisamente en la Universidad Popular “Juan Rodríguez
Doreste”, proyecto integrado en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria,
donde tuve distintas responsabilidades que nadie me regaló, que como en toda mi
trayectoria laboral me lo he tenido que ganar con mucho trabajo y lucha
permanente.
 
En estos últimos años he sufrido el maltrato de
quienes consideran la política como un fin, no como un servicio a la comunidad,
donde priman los intereses personales, dañando en sucesivas ocasiones mis
derechos, no teniendo otra alternativa que desarrollar mi labor en otro terreno, teniendo que abandonar el campo social a la fuerza después de tantos años.

Ahora tras haber consolidado una carrera
profesional de casi 30 años en la administración pública llegan momentos
negros, siniestros. Una tormenta de recortes, de imposiciones, de amenazas,
peligrando seriamente los puestos de trabajo de cientos de compañeras/os.

 
En plena vorágine de movilizaciones y huelgas, me
llaman sobremanera la atención ciertos comentarios que aparecen en los medios de
comunicación vinculados al régimen español, donde hay personas que desde el
cobarde anonimato manifiestan su odio por las/os empleadas/os públicas/os, lanzando
una serie de acusaciones de enchufismo, ineptitud, gandulismo, de haber entrado
por la puerta falsa en la administración pública por no ser funcionarias/os de
carrera.
 
Hay que aclarar que muchas/os de estas/os trabajadoras/es son excelentes profesionales, ingresando en este tipo de trabajo por vías igual de legales, desde
sentencias judiciales a contratos laborales. No todo el mundo debe ser
criminalizada/o, la inmensa mayoría son gente de enorme seriedad, que trata de
ofrecer un servicio ciudadano acorde y digno.
 
El problema viene de cierta casta política que trata
de desprestigiar a las/os empleadas/os publicas/os por vergonzosos intereses.
Aprendices de próceres que consideran que las/os hijas/os de la clase obrera no podemos formar
parte de la administración. Piensan que solo tienen derecho sus familiares y
amigas/os, a quienes sí que enchufan y colocan de forma irregular en cargos,
que en la mayoría de ocasiones no se merecen, ganando sueldazos, que saquean de
los servicios sociales, sanitarios, educativos, que progresivamente privatizan
y entregan a empresas, a multinacionales, vinculadas a quienes ostentan el
putrefacto poder.
 
No es oro todo lo que reluce señores y señoras, resulta
fácil desprestigiar a quienes se han ganado con mucho esfuerzo un puesto de
trabajo, para tratar de despedir y meter con vaselina a otras/os personajes,
quizá más “cercanas/os”, en muchos casos para pagar favores políticos,
electorales o de otro tipo.
 
Menos lobos y lobas, menos basura, menos mentiras, menos manipulación.