27 septiembre 2023

El sueño de las aves gigantes

Nadie
sabe, ni los más avezados científicos, como llegaron los avestruces a la isla
de Lanzarote, 120 kilómetros de mar con más de 1.300 metros de profundidad
de abismo marino. Sus huevos fosilizados de más de cuatro millones de años se
encuentran bajo las piedras de esa isla destrozada por la caterva de la
construcción.

Esa
memoria del misterio resiste el embate de la especulación, de la inmensa maldad
político-empresarial que campa a sus anchas con sus pelotazos urbanísticos, sus
hoteles de lujo en el litoral, enriquecidos con la destrucción de un paraíso terrenal,
ahora cemento y hormigón en manos de lo más deleznable de la especie humana.

Las
avestruces siguen corriendo invisibles por las llanuras desérticas de la isla
amada, jugando a ser más rápidas que el viento, habitan entre la franja infranqueable
de lo desconocido, donde ahora hay basura, campos de golfos, apartamentos, destrucción
masiva de un patrimonio natural de toda la humanidad.

Este
misterio insondable nos hace viajar en el tiempo, aunque no sepamos de que
forma se establecieron estas aves en la antigua isla, el territorio mágico de
los Majos del que habló Platón en sus textos milenarios, la puerta del
legendario Jardín de las Hespérides, trocitos de tierra que emergieron del mar
entre lava y erupciones salvajes, la franja imposible, la llave de lo
desconocido que unos humildes y valientes seres cruzaron en la nebulosa de los
tiempos.

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Imagen del ejemplar de huevo de ratites encontrado cerca de Famara. | Foto: Y.A