La cena transcurrió tranquila, como aquellas noches
cuando Ernesto llegaba e inundaba la casa de aquel olor a tabaco negro y
fragancias del verano en la selva. Aleida lo miraba con aquel disfraz del alma,
solo ella lo conocía, los chiquillos jugaban con la comida, se entretenían
viendo las manos taciturnas de ese hombre desconocido. Luego en el sillón Celia
con sus cuatro añitos no se separaba de él. Al rato partió de repente, el
abrazo final con su amada para no verse nunca más. La chiquilla se quedó
sentada mirando el globo de colores: “Mami ese hombre estaba enamorada de mi”.
cuando Ernesto llegaba e inundaba la casa de aquel olor a tabaco negro y
fragancias del verano en la selva. Aleida lo miraba con aquel disfraz del alma,
solo ella lo conocía, los chiquillos jugaban con la comida, se entretenían
viendo las manos taciturnas de ese hombre desconocido. Luego en el sillón Celia
con sus cuatro añitos no se separaba de él. Al rato partió de repente, el
abrazo final con su amada para no verse nunca más. La chiquilla se quedó
sentada mirando el globo de colores: “Mami ese hombre estaba enamorada de mi”.
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