23 septiembre 2023

El trasnoche del alba

Las
dos mujeres y los dos hombres iban con los ojos tapados en el coche
grande del cacique Yeoward, todos en el sillón de atrás apretados y
atados de pies y manos, delante un falangista conduciendo y otro
apuntándoles con una pistola.

Bajaron
por el barranquillo serpenteando la carretera de tierra desde las
fincas tomateras de Schamann, donde habían parado unas horas para
recopilar información para nuevas detenciones, que serían
comunicadas a uno de los jefes de las “Brigadas del amanecer”.

De
los cinco detenidos dos eran pareja, se trataba de Elvira García
Redondo y Manuel Hernández Santana, ambos vecinos de Casa Ayala,
ella no tenía afiliación política, el pertenecía al Partido
Comunista y a la Federación Obrera, las otras dos personas detenidas
no se conocían, eran María del Pino Acosta Alonso y Pablo Manuel
Tavío Lledra, ella conocida maestra en la Aldea de San Nicolás, el
abogado de jornaleros y aparceros a quienes no les cobraba por las
consultas sobre derechos laborales.

El
auto atravesó el barrio de Arenales y estacionó en una casa terrera
donde había dos falanges y un guardia civil en posición de firmes
en la puerta armados con fusiles máuser, la calle estaba vacía a
las seis de la tarde, no se veían niños jugando, solo una
estremecedora soledad, los detenidos notaron que se abrían las
puertas del vehículo y que unas manos bruscas los arrastraban fuera,
los gritos de un grupo considerable de fascistas que les espetaban:

-Van
a saber lo que es bueno las dos putas y sus chulos rojos, las vamos a
desfondar a las dos asquerosas estas-

Los
cuatro cuerpos quedaron retorciéndose en el suelo arenoso unos
instantes entre las patadas de los fascistas, Pino gritaba que no le
dieran en la barriga porque estaba embarazada, pero los falanges se
reían y le daban más fuerte en su vientre y espalda.

Luego
apareció como de la nada el jefe falangista Santiago Vera Tomás,
conocido como “El Chapa”, que con un cuchillo carnicero les cortó
las sogas de pitera de las piernas, levantaron a puñetazos a los
cuatro y los hicieron andar sin quitarles la capucha negra de sus
cabezas, sentían a su alrededor los insultos de aquellos criminales,
uno le subió la falda a Elvira y le destrozó las enaguas entre las
risas de los hombres vestidos de azul, la muchacha cayó al suelo
chillando y Antonio Betancor le pisó la cabeza mientras el resto de
hombres la desnudaba.

Llegaron
a un pasillo estrecho donde se escuchaban gritos y alaridos de
mujeres y hombres que estaban siendo torturados, olía mucho a
excrementos, orines y vísceras.

Les
quitaron las capuchas, Elvira estaba desnuda, Pino con el pecho fuera
por los tirones de la soldadesca en la calle, un hombre alto muy
elegante vestido de traje y corbata negra, como si estuviera de luto,
en la manga un brazalete con el escudo de Falange, les observó en
silencio con una vara en la espalda.

-Soy
“El Chapa”- dijo y señaló a Manuel Hernández:

-Este
pal fondo con los comunistas que lo conozco de las huelgas en las
tierras del Señor Conde- dijo poniéndole la vara en la barbilla.

Luego
se quedó mirando un buen rato a Pablo Tavío antes de decir:

-Hombre,
Don Pablo el abogado de los pobres, a este me lo quería yo echar en
cara hace muchos años, llévenlo al sótano para que conozca el
sabor del buen café, lo quiero colgado pero todavía no por los
ojos, dejen que yo baje después de follarnos a estas putas-

Las
dos mujeres lloraban de miedo:

-Déjame
a mi la preñada que tiene leche en las tetas- dijo el jefe requeté
de Guanarteme Floro Alemán Tirado.

Las
dos mujeres fueron arrastraban a una sala con varios colchones de
paja en el suelo donde había dos mujeres inertes, que parecían
estar muertas con las piernas abiertas y mucha sangre en los muslos.

-Saquen
de aquí a esta escoria- gritó “El Chapa” -amarren a estas dos
guarras con las patas bien abiertas, primero los jefes, luego que
pase la centuria-

Cerca
de la puerta pasaban dos señoras mayores, que cruzaron a la otra
acera, era inevitable escuchar los gritos, las dos se miraron a sus caras desencajadas, aceleraron el paso y se persignaron.

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Imagen del blog «VERDEOLIVO» sobre la represión fascista y la memoria
 histórica en Chile y Latinoamérica