5 diciembre 2023

Entre flores de lavanda

El
falangista peninsular Pelayo García-Albiol disparó de repente en la
nuca de la joven Margarita Santiago, sin avisar al resto de
fascistas, la joven cayó fulminada echando un inmenso chorro de
sangre por su cabeza destrozada, el cabo de la guardia civil de
Arucas Nacho Cardona, se quedó pálido por unos segundos, luego comenzó
a carcajearse junto al resto de la Brigada del amanecer.
Esa
noche habían violado a tres mujeres en el barranco de La Mina cerca
de San Mateo, las llevaban al pozo de la Heredad de Aguas junto al cauce
del Guiniguada, pero ninguno de los hombres de azul imaginaban que el
joven soriano, al que conocían como Albiol «El grande», iba a comenzar tan
pronto a matar, ya que todavía quedaban varios kilómetros hasta el
agujero de la muerte.
El
resto de muchachas se arrodilló, empapados en sangre sus muslos,
vaginas y anos, trataron de reanimar entre golpes de los sediciosos a
la pobre Marga, que yacía muerta sobre una tunera repleta de
pinchos.
Alicia
Cabrera y Tania Silva, chiquillas que no pasaban de los dieciocho
años, no querían dejar abandonada a su compañera muerta que
todavía desprendía calor de su cuerpo, todas tabaqueras y vecinas
de La Isleta, secuestradas de sus casas la noche anterior en la calle
Faro y Albareda de Las Palmas de Gran Canaria, para pasar sus días y
noches más terribles, con todo tipo de golpes, patadas, aberraciones
indefinibles, tortura y la violación múltiple por más de veinte
requetés, guardias civiles y falanges, que en fila de dos iban
entrando a la pequeña habitación con una cama en el centro de
detención, ubicado en la calle Luis Antúnez, junto a la playa de
Las Alcaraveneras en la capital de la isla.
El
disparo de Albiol no se esperaba tan pronto, tampoco que allí mismo
decidieran asesinarlas a todas antes del
llegar a la boca del pozo del cacique José María Bravo de Laguna de
Ilurdoz:
-¿Pero
Pelayo no íbamos a tirarlas al pozo de
Chema después de meterles tres tiros en sus cabezas cojones? Dijo el
falange navarro Carlos Piedrahita, que sonreía medio borracho por el
extremo abuso del ron de caña.
Albiol
no pudo evitar seguir carcajeándose y dijo:
-Por
estas putas escorias vivientes no merece la pena caminar hasta el
fondo del barranco, aquí las matamos las descuartizamos, me como sus
corazones y las metemos en una fosa, además ya hemos bebido
demasiado ron para luego no poder subir la cuesta cabrón-
El
resto de falanges manoseaban sus cuerpos desnudos repletos de
heridas, cardenales y la sangre que inundaba cada centímetro, cada
poro de sus frágiles pieles jóvenes:
-Disparen
ya asesinos cobardes, niñatos que no se atreven a enfrentarse a
hombres armados que defiendan a nuestra clase trabajadora- exclamó
Alicia, casi sin voz, tocándose el sexo de donde brotaba una
abundante hemorragia.
Al
momento la turba criminal del yugo y las flechas se le echó encima y
comenzaron a darle culatazos de máuser en los hombros, espalda,
pecho, brazos, hasta que la chica dejó de gritar y moverse, quedando
inerte sobre el abundante barro generado por las primeras lluvias de
noviembre del 37.
Tania
se quedó helada, la soga de pitera casi le había destrozado las
muñecas y no se podía mover, ni siquiera tenía fuerzas para
intentar correr hacia la tupida vegetación de laurisilva:
-Déjenla
malditos, déjenla ya, no ven que ya está muerta criminales
abusadores- dijo Tania entre llantos y el grupo de falangistas se
abalanzó sobre ella, pero Albiol les ordenó parar:
-Si
me chupas la polla te dejó marchar y todos contentos, ya tenemos
bastante con tus dos amiguitas- dijo el soriano tambaleándose por la
borrachera.



La
joven se quedó arrodillada y asintió con la cabeza mientras el jefe
falange se desabrochaba la bragueta y le pasaba su pene por los
labios:
-Está
buena esta podrida, luego seguís vosotros- habló mientras se
masturbaba el jefe insular de falange nacido en Castillejo de San
Pedro, Valdeprado, Soria.
La
joven se introdujo el pene en la boca y comenzó a chuparlo, mientras
el resto de hombres la jaleaba organizándose en fila para disfrutar
de aquel momentáneo placer sexual.
Tania
lo miró a los ojos unos segundos y le dio una fuerte mordida entre
los gritos y alaridos de Albiol que no podía soltar la presa, los
hombres la golpeaban con los fusiles en la cabeza y ella no se la
soltaba, casi inconsciente notó que se la arrancaba y se quedaba con
su aparato genital en su boca.
La
imagen era dantesca, la muchacha ya muerta con el gran falo todavía
erecto en su boca, Albiol gritando, casi aullando de dolor, echando
un chorro de sangre por el minúsculo muñón de pene que le quedaba,
tratando de parar la hemorragia con su camisa azul repleta de galones
y medallas.

Se
llevaron en volandas al jefe Albiol al coche aparcado cerca de
Utiaca, dejaron a las desgraciadas jóvenes sin enterrar junto a la
fosa medio abierta, al rato Narciso Pérez, pastor de Las
Lagunetas, que había visto todo oculto desde un roque cercano, se
acercó, todo estaba lleno de la sangre de las chicas y del fascista,
se agachó como si recolectara millo y les puso una flor de lavanda a
cada muchacha en su frente, se persignó mirando al cielo y rezó un
padrenuestro, antes de partir junto a sus cabras hacia los lugares
más inhóspitos de Ayacata.

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Dibujo de Castelao «Todo por la Patria, a relixión e a familia»

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