8 junio 2023

Hacia el mar del olvido

El párroco y el delegado de Falange en Tunte (1) se llevaron en el viejo cacharro
motorizado a las niñas pequeñas de Chano Santiago, los dos fascistas sabían que
sacarían mucho dinero con la venta de aquellas dos angelitas rubias con los
ojos azules. Al pobre Chano lo habían tirado a la Sima de Jinámar la noche
anterior, no murió solo, también arrojaron al agujero volcánico a cuarenta
hombres más, todos del sur de la desgraciada isla de Tamarán (2).

Teresita y Saro Santiago no entendían nada, el viejo
cacharro avanzaba hacia Las Palmas de Gran Canaria, atravesó el túnel de La
Laja a toda velocidad, las dos chiquillas tenían siete y ocho años, nunca se
habían separado de su amado padre, el carpintero y sindicalista de San
Bartolomé, de su madre, la aparcera Mercedes Mejías.

El cura, conocido en los pueblos sureños como “Don
Rafael”, iba eufórico, ya tenían una pareja adinerada de Tenerife, interesada
en comprarlas, Arturo Cuenca el jefe falangista iba alabando la rapidez de la
Iglesia Católica para la venta, para buscar familias que quisieran pagar por
los hijos y las hijas de los rojos asesinados.

Llegaron a la sede de Falange en la calle Albareda,
muy cerca del Puerto, allí les esperaba la pareja tinerfeña, un médico de La
Laguna y su mujer, una gallega apellidada Iribarne, pariente del que varios
años más tarde sería ministro de Franco y fundador de Alianza Popular.

La transacción fue muy rápida, la niñas lloraban
arrinconadas en un cuarto rodeado de banderas azules con el yugo y la flechas,
escuchaban los gritos de las torturas que se desarrollaban en la habitación
contigua, olía mucho a sudor, a sangre, a pólvora, la que desprendían las
pistolas y fusiles que brillaban en todas las mesas y estanterías.

Vieron desaladas (3) como sacaban a dos hombres muertos, dejando una estela de sangre
y tripas en el suelo, dos muchachos que no superaban los veinte años, uno de
los falangistas, que parecía un mando, llevaba en la mano una botella de ron
del charco y lanzaba exabruptos, insultos y se reía a carcajadas. –Traigan ahora
la hija de Tejera que voy a follármela por el culo a cuatro patas, -afirmó entre risas- Las
niñas miraban mientras

Don Rafael el cura y el delegado Cuenca, hablaban en
baja voz, casi susurros, mientras negociaban con la pareja que tenía varios
flejes de billetes en las manos.

Teresita y Saro solo tenían fuerza para seguir
abrazadas, las dos querían estar con su mamá, en paradero desconocido desde la
noche de la detención de su padre, solo escucharon hablando al cura que dijo
que se la habían llevado a una finca del Conde de la Vega, donde la habían
dejado con más mujeres republicanas, al parecer para que los terratenientes, la
soldadesca y los requetés, las utilizarán como descargue sexual.

Al rato vino Don Rafael a darles la bendición. –Hijas
mías que Jesucristo en su inmensa misericordia las acompañe con esta nueva
familia católica, donde podrán ser educadas en las santas escrituras y en el
amor de una familia de bien, -dijo mientras se metía en el bolsillo bajo la
sotana una buena cantidad de billetes- La pareja se las llevó en un coche negro
directas al muelle, desde donde salía el barco en unas horas para Tenerife, la
mujer las besó, un beso frio como el hielo, no les dijo nada, solo comentó algo
sobre la belleza de sus ojos y el pelo tan limpio y cuidado. –Están bien
cuidadas Honorio, solo les tenemos que dar un baño cuando lleguemos por la
mañana a casa.

Las dos hermanitas se miraron y se tomaron de la
mano en el asiento trasero del lujoso auto, Saro le limpió las lágrimas a
Teresita, las dos miraban por la ventana como muchos hombres iban por las
calles detenidos, golpeados por los militares y falangistas, el destino parecía
envolverlas, engullirlas hacia el universo de lo desconocido.

(1) Nombre indígena del actual municipio grancanario de San Bartolomé de Tirajana.
(2) Nombre indígena de la isla de Gran Canaria.
(3) Expresión canaria definida como «miedo» o «terror».

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