La mafia política se pelea por cortar cada uno su trozo más grande del nauseabundo pastel de esta tierra infectada de corrupción. Nos acusan de interferir el progreso a quienes denunciamos este verdadero terrorismo económico. Siempre me han gustado las causas imposibles, lo que no me gusta es la destrucción de mi tierra a manos de seres sin escrúpulos, las mentiras disfrazadas de frases electorales que lo único que buscan es mantener el nivel de vida millonario de cuatro sinvergüenzas.
Nuestra madre está seca este invierno y las excavadoras siguen destripándola en los barrancos del sur, cerquita de Tiritaña y Mogán, donde gran parte de nuestra cultura indígena es sepultada bajo escombros y cemento sanguinario ante la pasividad institucional. Los cardones y tabaibas desraizados por ciertos consorcios en manos de miserables semianalfabetos, poceros y otras faunas herederas del terror del franquismo. Testaferros de delincuentes de sangre azul, que amparados en el derecho de pernada y en un pasado de desapariciones y fusilamientos, han generado la mayor destrucción medioambiental de la historia de esta pobre tierra canaria.
Nadie podrá detener la ternura infinita que se avecina, jamás lograrán amordazar la conciencia mágica y ancestral que emana de cada playa destruida, donde todavía queda la esencia de tantas canciones ante las hogueras de cualquier noche de primavera. Desde Guguy a El Medano, el furioso mar y la arena más libertaria nos siguen convocando a rebelarnos y alzar nuestros puños contra tanta degradación.
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