8 diciembre 2023

La fiesta del genocidio

Las
delicias de la fiesta del salón de oficiales en Capitanía General
de Las Palmas, contrastaba con las condiciones extremas de las
personas detenidas en los calabozos, fue una noche de detenciones
masivas aquel 22 de julio del 36, pero allí estaba la creme de la
creme de la sociedad canaria celebrando el golpe de estado fascista,
los Fuentes, el conde, la marquesa, los Betancores, los Rubio, los
Guerra, los Rosales, los Ascanio, los de Lugo, los del Castillo, los
Bravo, los Manrique, los Bonny, los Yeoward, los Naranjo y otras
familias de la oligarquía vinculadas al sanguinario golpe de estado
fascista, con una amplia representación también del clero, con todo
tipo de curas vestidos con sus mejores galas, sotanas de distintos
colores, negras, rojas, azules, verdes, muchos con pistola al cinto y
brazaletes con el yugo y las flechas.

Las
damas iban vestidas con un cierto estilo inglés, con sus gorritos y
trajes sueltos, los hombres de rigurosa etiqueta, la selecta orquesta
tocaba pasodobles de la época y los señores sacaban a bailar a las
señoras, en la barra como siempre Eufemiano bebía mucho y hablaba
con el jefe falangista Barber de la última saca de hombres que había
que recoger del centro de detención del barrio de Arenales hacia la
Sima de Jinámar para asesinarlos, medios borrachos bromeaban con la
última violación múltiple a nueve mujeres republicanas en la
hacienda del conde en el barranco de Ayagaures la noche anterior.

En
el sótano del Gobierno Militar un número considerable de hombres,
más de ochenta sufrían salvajes torturas mientras en la parte alta
se escuchaba el sonido de la música y las risas de los señores,
olía mucho a alcohol y sangre, también llegaba la fragancia de los
habanos, los que siempre repartía el empresario tabaquero en cada
fiesta de la llamada “alta sociedad isleña”.

La
plana mayor de los caciques saltaba desatada entre los acordes de la
orquesta, el vino español reserva, el champán francés, los
selectos ágapes y los “Vivas a España y a Franco”, que
protagonizaban una velada espectacular, con muchos coches oficiales
aparcados en la calle Triana y un gran despliegue de militares y
falangistas.

Pocos
metros más abajo ya habían sacado a varios hombres muertos que no
habían aguantado las torturas, los gritos eran amortiguados por el
sonido de la música, había dos colgados por los ojos con unos
ganchos al techo entre fuertes convulsiones, el falangista Ochoa de
Tafira los golpeaba con una pinga de buey que les desgarraba la
carne.

Arriba
la fiesta seguía inagotable hasta el amanecer, no paraban de bailar,
de comer y beber, una conga encabezada por don Pedro el cura de Telde
recorría el salón, sumando a los que estaban hablando en corrillos.

Un
camión se llevaba por la calle trasera a un grupo de veinte hombres
destrozados que subían a culatazos con las manos atadas a la
espalda, su destino parecía ser el centro de detención de las
Alcaravaneras, la música no cesaba, los hombres sangraban
profusamente por los latigazos de Ochoa, la fiesta parecía no acabar
nunca, tampoco el genocidio.

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Desfile fascista ante el Gobierno Militar de Las Palmas en la calle Triana (1941)

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