En el incesante periplo de las familias de los fusilados por instituciones, registros civiles, parroquiales y de la propiedad, nos hemos encontrado en pleno siglo XXI con malas caras, silencios sospechosos, ocultación de documentos y sobre todo miradas de rencor, de sorpresa, reprobaciones, ante personas que lo único que buscamos es recuperar los restos de nuestros familiares asesinados y demostrar que eran hombres honrados. Algunos han preguntado con tono paternalista, que porqué no olvidamos unos hechos que pasaron hace tantos años, que mejor dejar todo como está, que les recemos un padrenuestro para que descansen en paz. Nos ha pasado casi de todo buscando recuperar la dignidad de nuestros fantasmas queridos, aquellos que dieron su vida luchando por un mundo mejor. No han logrado amedrentarnos y hemos seguido adelante en un camino abierto hacia la justicia y la reparación.
Ahora a pocos días del 75 aniversario del fusilamiento el 29 de marzo de 2012, se nos viene a la cara en forma de brisa fresca toda esa ternura revolucionaria, cada instante su energía vital nos hace sentir esa fuerza fraternal, un calor inundado de claridad durante muchos años de olvido, el miedo y una inmensa tristeza por dejar en el camino a sus seres queridos, a sus novias, hijos y madres de las que no pudieron despedirse, cuando los sacaron de madrugada del Campo de Concentración del Lazareto para asesinarlos.
Estoy seguro que la justicia verdadera, la que emana de la lucha de los pueblos colocará todo en su sitio tarde o temprano, que tantas victimas de la represión del franquismo en Canarias y todo el estado obtendrán el justo y merecido reconocimiento.
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