10 junio 2023

La sombra marina de los sueños

Las
rayas negras como azabaches llegaban lentas en la majestuosa nocturnidad del
puerto de La Aldea de San Nicolás, algunas venían de lo más lejano del
Atlántico en pareja, otras solas como la luna de San Juan, recorriendo y
bordeando la orilla repleta de peces y vida oceánica. Parecían volar sobre el
agua limpia como bailando lentas una nueva oración del remanso, la melodía más
triste de aquella inmensa soledad, la de finales de junio del 36, cuando ya
estaba organizado el genocidio.

Las
dos niñas, Dolores y María, descalzas contemplaban aquellos seres mágicos, casi
podían tocarlos, acariciarlos bajo el manto salado y frío, ambas desconocían lo
que pasaría en menos de veinte días, que los fascistas se llevarían para
siempre a sus padres Diego y Facundo, la madrugada más negra de sus vidas
cuando el camión de los falangistas llegó de Agaete tras los coches de la “Brigada
del amanecer”.

El
año siguiente también en junio las dos, ya adolescentes, el mismo día a la
misma hora sentadas, muy pegaditas para evitar el frío del viento sur del
verano isleño las vieron llegar, venían a grupitos, muy negras, parecías naves
nocturnas al amparo de la madrugada y en los momentos que jugueteaban se veía
el blanco intenso de la parte inferior de sus cuerpos.

Loly
cogió de la mano a María, se la apretó con cariño, rememoraron en silencio a
sus padres, recordaron los días de pesca en la remota playa de Guguy, cuando
aparecían en la noche las tortugas gigantes a poner los huevos en los agujeros
de la arena, ese instante de quedarse los cuatro paralizados, mirando con
asombro, viendo aquellos monstruos salir de las profundidades marinas,
volviendo después de treinta años al mismo lugar donde nacieron.

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Pintura de Dimitra Milan (Arizona, Estados Unidos)