Parte de los policías que abofetearon a una manifestante y patearon a un periodista gráfico en la reciente visita del Papa Benedicto XVI a Madrid, fueron absueltos sin cargo alguno. Las imágenes de esa brutal represión quedaron grabadas y dieron la vuelta al mundo. Ahora la “justicia” no ve indicios de delito en las humillantes cachetadas y golpes de quienes se supone deben velar por la seguridad y la protección ciudadana.
Muchas personas son procesadas por robar para comer, encarceladas por delitos menores o severamente sancionadas económicamente por incumplir las leyes, mientras en este “país de las maravillas” para unos pocos privilegiados dejan libres de responsabilidad penal a tantos personajes corruptos de la llamada alta política, a policías que inflan a ostias a ciudadanos honrados en cualquier plaza del estado español. En tantos lugares donde se pisotean derechos y no pasa nada, donde se desahucia a familias enteras de sus casas victimas de la banca y su codicia desmedida. Una nación del chiquilicuatre, la caspa y el todo vale para enriquecerse a costa del sufrimiento de la gente más humilde, la que sufre las lacras del desempleo y la miseria extrema.
Seguramente también declararán inocente al consorte ladrón, igual que hacen con tantos otros que cada día se forran y nadie los encarcela y les hace pagar su ladronismo desmedido. Alcaldes, presidentes autonómicos imputados por presunta corrupción siguen ganando elecciones por mayoría, parte del pueblo les sigue votando a pesar de sus robos, para en un futuro próximo quedar libres y en una nueva pantomima mediática ser sacados a hombros por su acólitos y quedar como honrados demócratas, pero claro con los bolsillos repletos de dinero y sobre todo de mucha desvergüenza.
Esta es la triste realidad de un lugar del planeta donde tanto se crítica a la revolución cubana por no poder esquilmar sus recursos y esclavizar a su pueblo, a la democrática revolución bolivariana en Venezuela elegida dignamente por su pueblo. Un lugar de Europa donde se promueven guerras genocidas imperiales en Libia, en Afganistán, en Irán, en cualquier lugar donde los corruptos no pueden meter la mano y la garra. Un espacio perfecto para los ladrones de cuello alto metidos a políticos, nobles de sangre azul, duques y condes liberados para hacer los que les venga en gana sin que nadie los condene. Personajes impunes y protegidos por quienes desde lujosos despachos redactan con tinta ensangrentada los nuevos parámetros de la injusticia.
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