Los tres siniestros personajes coincidieron en que hay que reducir la inversión social, aplicar la “disciplina fiscal” en vez de redistribuir las riquezas, dando a los pobres solo los excedentes de los ingresos para los más ricos. Unas propuestas recibidas con fuertes aplausos por un aforo repleto de banqueros y representantes de la ultraderecha de este país latinoamericano.
Hay que seguir recortando porque es la única forma de salir de la crisis seguían diciendo entre vítores y loas. Privatizar servicios esenciales como sanidad y educación, que los pobres sigan pagando el pato ya que no hay alternativas al capitalismo, que la economía esté en manos del capital extranjero, que los recursos del estado no se dirijan a terminar con la brutal pobreza de esta zona del planeta.
En fin, muchas perlas más se dijeron en la lujosa sede de Banesco, en Caracas. Diatribas de tres tipos que se han enriquecido con la política y que ahora desde la empresa privada siguen ganando a manos llenas muchísimo dinero.
Ninguno de los tres habló de los 400 millones de niños que sufren la esclavitud en el planeta, de las muertes por hambre de infinidad de seres humanos cada día, de los desahucios de sus viviendas de familias enteras, del terrible desempleo que solo en el estado español ya casi llega a los 5 millones, de la represión al pueblo mapuche en Chile en su lucha contra los destrozos medioambientales de Endesa, de la tala indiscriminada de la selva amazónica. Felipe no dijo nada de las matanzas de la OTAN en Libia, Afganistán, Irak, quedó callado y satisfecho ya que el mismo fue responsable de la entrada de España en esta alianza terrorista.
La historia jamás los absolverá y quedarán recogidos en sus anales como cómplices y culpables directos del mayor holocausto social, económico, cultural y ambiental de la vida en esta Tierra.
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