8 diciembre 2023

Los restos de la montaña mágica

En medio del destrozo ecológico del Plan Parcial Ciudad del Campo, aprobado ilegalmente a principios de los 90 por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, existe un yacimiento arqueológico de incalculable valor, además de un granero y una ermita del siglo XVII, construida sobre las cuevas cruciformes y las casas de piedra seca de los antiguos aborígenes de estas islas.

Este Plan Parcial tiene tela al ser un proyecto de alto nivel especulativo y que arrasó y enterró a cientos de miles de cardones, acebuches, tabaibas y otras especies protegidas de la flora canaria. Los tractores de una empresa constructora hicieron este destrozo, por lo que fueron sancionados con multas irrisorias para cuentas corrientes tan adineradas.

Para su aprobación definitiva se movieron hilos muy sospechosos, que incluyeron la desaparición de documentos en la Concejalía de Urbanismo, demostrándose una presunta complicidad de políticos, técnicos y constructores, que hicieron posible que uno de los mayores y supuestos pelotazos de la historia de este archipiélago, se consolidara y destrozara gran parte de un espacio natural protegido por Ley.

Si todo lo que sucedió en oscuros despachos con este plan, hubiera sucedido en los últimos años algunos hubieran acabado con los huesos en la cárcel, ya que se detectaron numerosas y gravísimas irregularidades, que incluso hicieron que la Consejería de Política Territorial del Gobierno de Canarias paralizara las obras durante varios meses. Al final todo se tapó, se ocultó a la opinión pública, prevaleciendo la filosofía del dinero, de los intereses especulativos a costa de un territorio patrimonio de todos.

El Colectivo Ecologista Atamarazayt realizó una lucha jurídica y de movilizaciones muy larga y compleja, que comenzó en 1990 con el encadenamiento a los tractores de dicha empresa constructora, con agresión incluida a uno de los cámaras de TVE por uno de los ingenieros, un acto de violencia que vieron todos los televidentes de los informativos. Luego un encierro en la Consejería de Política Territorial, con más coches de policías antidisturbios que activistas, apenas siete jóvenes de menos de 20 años rodeados de gorilas con cascos y porras, en un acto heroico por la dignidad y la defensa de nuestra tierra.

Después de veinte años, se sigue destruyendo, ahora con todos los papeles en regla, este espacio natural. Los tractores deambulan sobre unos escombros que tienen enterrada gran parte de nuestra identidad como pueblo, restos aborígenes, símbolos vegetales endémicos, pedazos de una historia donde solo queda hormigón, cemento y especulación.

Actualmente y mientras se sigue arrasando, el alisio continúa reverdeciendo lo que queda sin construir, los cardones sobrevivientes albergan mucha vida, los pájaros hacen sus nidos a pesar de tanta desolación, los cornicales se enredan buscando salida y el sol se pone de nuevo dejando a oscuras la montaña mágica de San Gregorio. Un lugar para reflexionar sobre nuestra historia, sobre un concepto erróneo de desarrollo, que las generaciones futuras de seguro repudiarán, y sentirán vergüenza de quienes permitieron este gravísimo atentado a nuestro patrimonio cultural.

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