23 septiembre 2023

Nada cambió, solo los aplausos silenciosos

No tuvieron la decencia de dignificar y reparar a
quien fue perseguido por sus ideas, prefirieron, aunque se definieran “de
izquierdas” y aplaudieran en silencio, agitando sus manos en el aire, ponerse
del lado de los criminales de lesa humanidad.

Luisa trataba de consolar la frustración de Marcelo,
pero no bastaba con la empatía para sanar aquella enfermedad del alma y del
cuerpo. Los miles de asesinados parecían brotar de cada grieta del territorio
volcánico. El miedo y el sufrimiento ilimitado se respiraba en el sur del sur
isleño, entre los bancales de las tierras del Conde de la Vega, repletos de
fosas comunes clandestinas, un aroma de muerte entre el fuerte viento cortante,
un silbido diabólico que afectaba las mentes de un pueblo destrozado.

-Todos son lo mismo Marcelo, no estés mal, todos los partidos que
entran en el juego electoral en España son parte del régimen, acatan sus
normas, sus prebendas, son incapaces de reparar por lo que has pasado tanto tú
como toda tu familia. –Dijo serena Luisa entre la brisa marina, mientras
tomaban café en el bar de Facundo en el Castillo del Romeral-

Lo habitual ya era llegar al poder la mayoría de las
veces mediante pactos prometiendo “una nueva forma de hacer política”, para en
pocos meses ser lo mismo que los corruptos antecesores, vulnerar derechos
laborales de los empleados públicos, recibir dinero de la mafia urbanística en
sobres y maletines, evitar por todos los medios que se conozcas los crímenes
fascistas.

Ese “más de lo mismo” indignaba a las pocas personas
decentes, conscientes de que hacía apenas ochenta años en Canarias estaban
asesinando a más de cinco mil republicanos y anarquistas, como si no pasara
nada, políticos cómplices entran en ese juego, bloquean la exhumación de fosas
comunes, humillan a las familias de las víctimas utilizándolas para sacarse la
foto ante la prensa, para luego dejarlas tiradas sin poder recuperar los huesos
de sus parientes masacrados.

Los dos ser perdieron de la mano por el camino del
muelle, “al menos me queda este cariño” pensaba Marcelo, la tristeza, la
depresión y esa enfermedad mortal le invadía los últimos órganos que todavía no
estaban afectados. Al otro lado de la realidad algunos brindaban con cava junto
a los herederos de los asesinos, celebraban que una fosa más se quedaba sin
abrir, que los apellidos manchados de sangre obrera seguirían gozando del
prestigio y la excelencia, el hedor de una falsa democracia construida entre
los huesos del genocidio. 

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Ritual forense a pie de fosa: varias personas ocupan las huellas corpóreas de las personas exhumadas 
por el equipo de Aranzadi en esta fosa de en Barcones (Soria) en julio de 2013. Foto: Óscar Rodríguez / ARMH.