Walt Whitman nos dejó escrito en el alba lluvioso, que estaba enamorado de cuánto crece al aire libre, de los hombres que viven entre el ganado, o de los que paladean el bosque o el océano, que podría comer y dormir con ellos semana tras semana. Este legado de armonía nos viene de este poeta de la claridad y de otros seres que no se dejaron asimilar por la codicia humana, por las ansias de conquistar cada espacio sagrado de la Madre Tierra.
Por eso camino siempre contra corriente y descanso en cada páramo de paz, entre barrancos y bosques infinitos, por donde trascurren arroyos de agua clara y fría que viene de las entrañas de las rocas. Me relajo viendo el sueño de estas niñas que tanto amo, las observo volando entre reflejos de polvo estelar, pisoteando pesadillas cual heroínas de cuento de hadas libertadoras.
Se precisan niñ@s para amanecer.
Más historias
Canarias: Memoria en fraude de Ley
Aprendices de dragones
Chinches