Albert Einstein
Mientras la tierra tiembla y el mar oscuro arrasa pueblos enteros en Japón la humanidad contempla asombrada la fuerza indomable de la naturaleza, la justicia brutal de la madre de todos los seres vivos que castigada de dolor remueve sus entrañas de fuego. No entiende de grandes fortunas, de guerras y armas de destrucción masiva, solo mueve su piel azul y destruye toda la soberbia de aquellos que se creen los elegidos de la creación.
Una especie humana que se siente por encima del resto de seres vivos de este planeta, que explota, asesina, maltrata y utiliza cada día en laboratorios y espectáculos ridículos a millones de animales. Pesca ballenas y delfines saltándose las moratorias alegando “fines científicos” cuando lo que persiguen es su carne, extinguiendo cada día a miles de seres vivos para sostener un status de prepotencia y dominio sobre la faz de un planeta casi destruido. Un especismo congénito que nos está llevando a la debacle más terrible, a un apocalipsis anunciado desde la codicia y la maldad de los precursores y defensores de un sistema depredador.
Millones de personas inocentes viven ahora en el Imperio del Sol Naciente el terror nuclear, ante un gobierno que apostó por este tipo de energía a pesar de lo que sufrió su pueblo en Hiroshima y Nagasaki. Que ha construido centrales atómicas en una zona del mundo de alto riesgo sísmico, sin pensar en todo el daño que estas pueden producir en la población y el medio natural.
Ahora todo son lamentos y se abre de nuevo el debate nuclear mientras los supuestos “expertos” afirman que no hay problema, que las centrales son seguras, defendiendo este negocio millonario de consecuencias imprevisibles y catastróficas. Incluso Marruecos ya está construyendo una nueva central atómica a escasos 400 km de las islas orientales del Archipiélago Canario, a poca distancia de Andalucía y que estaría en marcha en 2017, poniendo en peligro a millones de habitantes de su propio país y del estado español, con un reactor de tercera mano comprado a Rusia y con una capacidad de dos megavatios.
Da la impresión de que no aprendemos de los errores del pasado, que nos empeñamos en seguir destruyendo a nuestra Madre Tierra, maltratando y asesinando a nuestros compañeros de viaje, al resto de habitantes de este inmenso planeta que un día fue libre de nuestro egoísmo sin límites. Una enorme masa de vida que viaja por el universo y que puede ser autosuficiente sin tener que recurrir a la energía del mal, la que ya ha asesinado a millones de personas, la que puede destruirnos miles de veces si se utilizara todo ese arsenal de armas nucleares, ocultas y guardadas celosamente en los sótanos más siniestros de las grandes potencias.
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