
"Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela." Gabriel García Márques
Vivía mis primeros años de vida rodeado de cariño, de flores, de perros cariñosos que te lamían para mostrarte su amor, con varias madres y padres al vivir juntos abuelos, hijos y nietos. Un mundo maravilloso de cuentos, de fantasía, de cantos de grillos y pájaros a la luz de la luna. Un lugar sin violencia, sin gritos, de paz y armonía, donde mi abuelo freía papas por las noches y se echaba los rones con sus amigos y familiares, entre charlas de política, futbol y música de antiguas emisoras de radio.
Al cumplir los 4 años mi familia decidió que tenía que ir a la escuela, comenzar a estudiar, a formarme para la vida. Decidiéndose en principio por una escuelita de preescolar en La Montañeta de Tamaraceite, un humilde colegio en una cueva de este antiguo poblado troglodita de los antiguos aborígenes de las Islas Canarias. Curioso pensar que en esa misma cueva desarrolló su vida otro pueblo, otra cultura que nada tenía que ver con la nuestra, una cultura más cercana a la madre tierra, a la naturaleza, al cosmos que todo lo invadía en los cielos limpios de estas castigadas islas atlánticas.
Allí aprendí las primeras letras del abecedario, los primeros números, una formación rudimentaria pero que servía para comenzar a saber algo del mundo. Tengo todavía el recuerdo en mi mente de los primeros amores infantiles, una niña que me miraba, que sonreía, que se sentaba a mi lado y los dos juntos iniciamos este camino de la formación. ¿Quien sabe donde estará ahora aquella compa de juegos? Ni siquiera recuerdo su nombre. Solo me queda un recuerdo lejano y tierno de unos cuatro años perdidos en el tiempo, en nebulosas dulces que casi parecen habitar en los sueños.
Con cinco años mis padres trataron de hacer un esfuerzo para que tuviera una educación que marcara mi vida, que me formara, que me hiciera un niño-hombre de provecho. Decidiéndose por un colegio privado, no muy caro, pero que suponía un esfuerzo para cualquier familia obrera. A pesar de su honrada pobreza me matricularon. Ahí comenzó el infierno.
Recuerdo el primer día obligado a entrar en un micro entre lagrimas, llantos por sacarme de mi pueblito, de un universo que amaba, comprobando como ya en ese transporte con bancos de madera, sin ninguna seguridad en caso de accidente, gobernaba un chofer con cara de asesino a sueldo, que si hablabas o jugabas con tus compañeros te apuntaba en una lista negra de castigo, que era entregada al llegar al destino en la calle Triana de Las Palmas de Gran Canaria, al director de ese templo de terror llamado Colegio Santa Rosa de Lima, un hombre gordo con cara de pocos amigos, que olía siempre a una colonia extraña, desagradable, siempre con gesto de enfado y unos ojos que te penetraban si sonreías o hablabas con un compañero.
Mi primer día fue de miedos terribles, al comprobar que ese colegio era un lugar de gritos, de palizas con palos o palmetas. Un recinto de pena, con niños y niñas arrodillados en los pasillos cara a la pared, gritos de lamento, llantos y miedo, mucho miedo, un miedo que se respiraba en el ambiente, que se palpaba, que se olía, que traspasaba y destrozaba todo el amor que un niño de cinco años podía haber recibido en su hogar.
Todo ese cariño se convirtió de repente en terror, en palizas, en golpes en la cabeza, en humillaciones si no te sabías algo, con profesores, por llamarles de alguna forma, que se burlaban de ti ante los compañeros, que te utilizaban para hacer reír a la clase, humillando, siempre humillando si te equivocabas, gritándote si fallabas, generándote una inseguridad y unos miedos que en muchos casos hicieron mella en la vida de muchos de nosotros.
Allí en aquel recinto siniestro pasé ocho años de mi vida entre palizas, gritos y angustia. Allí no se cantaba el fascista Cara al Sol, pero había otro tipo de terror, un terror que impregnaba los pasillos, las clases, los lavabos. Llegué a ver a una compañera de Tamaraceite que pedía ir al baño y este inmundo director se lo negaba, le decía que esperara a que acabara la clase. Ella insistía que no podía aguantar, pero llegó un momento que no podía más y se lo hizo encima, instante en que el supuesto educador tuvo el vegonzoso arranque de tomarla por los pelos y decirle que ahora lo limpiaba con la lengua, pegándole, humillándola entre los gritos y llantos de esta pobre niña.
Recuerdo mis malas notas, mis suspensos, las constantes humillaciones de profesores, como un tal Antonio que daba ingles y que te golpeaba la cabeza violentamente contra la pizarra si pronunciabas mal, ridiculizándote constantemente. El propio director y sus terribles palizas al que todos conocían por D. Manuel, «La masa» o «El malmo» como le llamábamos los compañeros, cuando hablábamos en voz baja asustados, siempre mirando alrededor por si aparecía de repente y nos golpeaba con sus enormes manos o con los palos.
Me acuerdo de alguna profesora buena que llegó de rebote a aquel centro educativo, como la Señorita Nina y otras pocas con las que en pocos meses sacábamos sobresalientes, simplemente porque nos trataban con cariño, porque hacían de la educación algo divertido, misterioso, entrañable. Precisamente estas buenas docentes de alguna forma eran despedidas, no duraban casi nada, seguramente porque en aquel lugar de miedo y violencia no interesaban educadores con conciencia y con un planteamiento educativo humano y solidario.
Se podría contar mucho más, muchas aberraciones, palizas, siempre las humillaciones, el hacerte sentir inseguro, ridículo, a veces rondar por tu cabeza la posibilidad del suicidio, tirarte por la ventana y caer en medio de una calle Triana por donde todavía circulaban los coches. Pero creo que es mejor dejarlo aquí, que quede constancia de que ese colegio era un lugar de terror, donde maltrataban a niños y niñas inocentes, donde mentían a nuestros padres, donde te condenaban a un fracaso escolar premeditado, donde a muchos nos marcaron y traumatizaron de por vida, costándonos mucho salir y poder estudiar, comprender que la educación es algo necesario para mejorar nuestras vidas, para cambiar el mundo, para liberar conciencias.
Aquí les dejo esta pequeñita parte de mi vida, el relato de alguien que un día fue un niño sin maldad, que se vio de repente solo, golpeado, humillado y ridiculizado por personajes sin escrúpulos, por educadores de la maldad, de la oscuridad más lúgubre y siniestra. Una parte de mi que sigue presente y que a veces me llega en forma de inseguridad, de miedos desconocidos, seguramente incrustados en alguna parte de mi subconsciente.
Yo tambien estudie es ese colegio y si fue aterrador,habian niños que se comian los cordones de los zapatos de la tensión que pasaban (el director era Don Manuel Y ella se llama Inma despues pasaron el colegio a la altura del mc Donal de triana
Yo también estuve ahí, era un mal colegio y traumatizante.
Perdón mí nombre es Paqui, me he equivocado antes en la parte de arriba.
yo tambien vivi ese horror en ese mismo colegio
Me alegra mucho compañer@s del Santa Rosa que les haya llegado esta reflexión sobre este aberrante colegio. La verdad que fueron años muy duros sobre todo cuando había que levantarse por la mañana con el miedo a las palizas, las humillaciones y los gritos. Todavía recuerdo las tablas con las que pegaban, el pasillo lleno de niñ@s de rodillas con los brazos en cruz y aquel siniestro profesor de ingles que te golpeaba la cabeza contra la pizarra si no pronunciabas bien. Debería haber algún tipo de ley histórica que saque a la luz todo ese maltrato en los colegios en esos tiempos de sangre, letras y números.
Sus comentarios me hacen sentir un poco menos solo con esos recuerdos.
Un fuerte abrazo y gracias por visitar mi blog.
Paco González
Yo tambien estuve en ese colegio junto con mi hermana en la calle Triana, durante los años 1979, 1980 y 1981. En aquel entonces yo tenía 10.5 y mi hermana 9, y tambien vivíamos en Tamaraceite.
También soy testigo de las brutalidades del chofer, del director (que tambien le decíamos el "Malmo") y de la esposa Inma, que tambien le gustaba dar caña! Esto tenían dos hijos, un varón (de unos 15 años en aquel tiempo) y una nena (de unos 10). A estos dos tambien tambien los llevaban cortitos y tambien les daban caña. Tambien me acuerdo que una vez, veniamos cantando y ríendo, con dirección a Tamaraceite. El chofer estaba que reventaba, muy cabreado el hombre. Cuando llegamos a mi casa, en lugar de parar por la puerta de adelante, aparcó en la puerta de atrás de la casa. Se bajó con una tabla. Me bajó a mí y ya casi casi cuando me estaba por pegar… mi padre le pegó una reverenda trompada, rompiendole las gafas y dos dientes. Tambien lo amenazó prometiendole que si alguna vez veía lo mismo conmigo o con cualquiera de los otros niños, esa sería la última vez que iba a usar las manos.
Desde ese día, el chofer estaba mucho más tranquilo. Dos semanas más tarde, teníamos otro chofer.
Pero el que sí seguía dando caña era el Malmo.
Me acuerdo tambien que durante las Navidades a el hijo del Malmo le dieron una moto, y el muchacho la probaba en el corredor del edificio.
@Paco: los que ibamos en el coche te conocíamos por "Tejera", verdad?
Hola Enrique. Todo lo que narras en tu comentario sucedió realmente y lo viví en ese micro. Esos recuerdos son tristes y lamentables y que ni a ti ni a mi se nos ha olvidado tanto maltrato físico y tortura psicológica. Cuanto sufrimiento innecesario y palizas sufrimos amigo. Si efectivamente mi apellido es Tejera y creo recordarte a ti y a tu hermana, creo que se llama Marisol. No se si me equivoco. Ya me dices. Un fuerte abrazo y muchas gracias por tu aportación.
Ah Enrique los años que ustedes estuvieron en este colegio serían los 69, 70, 71. Compruebalo. Saludos.
No me lo puedo creer! Que hacés Tejera!!!! Exactamente, eso fué en el 69, 70 y 71, cuando yo tenía más o menos 10 años!! Y mi hermana es Marisol. La memoria no te falla!
Tantísimos años! La verdad te digo, esas experiencias, aunque fueron negativas y endurecedoras, tambien nos han servido para hacernos fuertes.
Todavía me acuerdo de muchísimo más… hasta de algunos de los nombres de la que iban en el micro con nosotros como así tambien de algunos de los otros compañeros.
En el micro, Isidro (1 o dos años mayor que yo) y la hermana que vivían en Almatriche, después otra chica más del Almatriche que era familia de Isidro y se llamaba Magdalena o algo así, Juan Manuel "Alpupu" de Tamaraceite.
En el cole, Orlando y la hermana (una chica muy bonita), Fermín, Yolanda (que tenía una cicatriz en la cara).
@Cecilia: tu eras la prima de Orlando, verdad?
Un abrazo grande!
Pues si Enrique, me acuerdo mucho de ustedes, recuerdo que Marisol y tu procedían de Uruguay. Todos esos nombres también me suenan mucho, al que llamas Juan Manuel, era José Manuel y desgraciadamente murió hace unos años. Tienes razón que todo ese maltrato al menos nos sirvió para adquirir conciencia de nuestros derechos, para evitar que nadie se atreva a seguir agrediendo la dignidad de los niños. La hermana de Orlando se llamaba Alicia. ¡¡Que recuerdos!!
Un fuerte abrazo y saludos a Marisol.
Muchas veces escuchamos…
”Hay que ver los padres de hoy, ya no se les puede dar una torta a un niño, todas las que me dieron a mí y no estoy traumatizado y mira qué bien estoy”…
¿Qué no están traumatizados?… Es imperdonable que un solo adulto guarde toda su vida sentimientos como los que guardas… pero es mejor mirarlo desde fuera, intentar entender que esos maestros fueron criados igual y que creían que la letra con sangre entra, que la humillación y el desprecio eran necesario para que aprendieran…eran otros tiempos, no tiene perdón, pero lo mejor es no guardar esa rabia en el interior…Fíjate que a sus propios hijos los trataban igual y seguro que los querían, era la forma en la que creían que criaban bien.
Hoy en día se sabe que el castigo solo trae consecuencias negativas que deben evitarse. Ciertamente la agresión física o verbal consigue resultados momentáneos pero no hacen que la conducta cambie, es evidente que el castigo de todas, todas, produce más daño que beneficio.
¿Acaso nosotros adultos escuchamos o cambiamos la actitud si nos golpean o gritan? ¿Acaso pensamos que puede que el otro tenga razón? Si actúan así, solo guardamos rabia, rencor y no escuchamos.
Con paciencia y amor se logra mucho más, la comunicación con argumentos que inviten al niño o adulto a reflexionar logra muchas más cosas.
Y dicen los mayores lo malo de la juventud actual… Yo los veo muchísimo mejores…
Un abrazo
Noemí
Paco yo no estudié en el Sta Rosa pero viví más o menos tu experiencia, todavía siento el culo escaldado de una paliza por no saber hacer una raíz cuadrada en 4º de primaria. Pero yo sí que quería recordar a Chita, la maestra de ese colegio cueva de la Montañeta y donde muchos pequeños de Tamaraceite nos iniciamos en la vida escolar y con la que con su cariño hizo que aprendiéramos a leer y a escribir y a la salida pasar por la tienda de Carmita Déniz a comprar alguna golosina. Dos maneras de enseñar, dos maneras de vivir la vida escolar y que si algo saco de positivo de aquella de la más dura de las etapas es que aprendimos a que eso no se puede repetir. Un abrazo
Totalmente de acuerdo contigo Noemí. Yo sinceramente no guardo ningún rencor y mucho menos odio. Pienso que lo que nos pasó simplemente se debe denunciar para que no se repita con la premisa de que la recuperación de la memoria se hace necesaria como contrapunto de las cosas malas. Mi idea con este artículo ha sido solo ser voz o letras de mucha gente que a pesar de llevarlo dentro no ha querido o no se ha atrevido a contar parte de lo que nos sucedió en ese horrendo colegio. Fijate que esta reflexión la hice hace casi dos años y es la segunda entrada que más visitas ha tenido en mi blog. Por algo será que tanta gente lea un asunto tan puntual y local, reducido a un colegio de un rincóncito de Gran Canaria. Por aquí han aparecidos amigos y amigas de esa infancia tan lejana que siguen guardando en un lugar de su conciencia ese colegio del que sacamos escasas cosas buenas. Afortunadamente todo ha cambiado y la educación se concibe (a pesar de un sistema educativo incompleto) como un instrumento para formar desde la sensibilidad y en muchos casos como el tuyo entregando verdadero amor a los niños y niñas.
Un abrazo y muchas gracias por tu interesante aportación.
Fijate Esteban como no se nos ha olvidado todo el amor que nos dio Chita, esa ternura de una mujer admirable y ese inmenso cariño. Pienso como tu que esa debe ser la verdadera educación, la que se sustenta en el amor y la sonrisa. Me alegra mucho contar con tu presencia en mi blog, todo un honor. Un fuerte abrazo.
Hola Francisco. Me llamo Miguel Angel Suárez y estuve en ese maldito colegio desde el 68 al 72 y confirmo lo que dices. Pegaban en la cabeza con un tablón a niños de 7 y 8 años y más pequeños. Las instalaciones eran una porquería y se portaban muy mal con todos los niños, dejando que se hicieran pis y caca encima y dejándolos así. Luego cuando llegaban los padres les ponían sonrisas. No soy vengativo. Supongo que el tal Manuel e Inma habrán fallecido, si no, me gustaría encontrarlos para hacerles ver lo mal de su conducta. Era un pequeño centro de castigo y no de educación. No entiendo cómo lo dejaban tener abierto. Como era pequeño (entre 6 y 9 años) pensaba que eso era lo normal, el castigo por el castigo. Ojala hayan sufrido en sus vidas lo que hicieron sufrir a muchos niños. Un abrazo
Amigo Miguel Angel así fue la vida en este "colegio", ahí sufrimos todo tipo de abusos y agresiones de un "profesorado" maltratador. Me alegra mucho saber de ti, estoy seguro que coincidimos en esos duros años. Un fuerte abrazo.
Buenas noches. Me llamo Mariló y comparto con ustedes los comentarios sobre ell colegio Santa Rosa de Lima. En muchas ocasiones les hablo a mis hijas de todo lo que pasé allí.
Recuerdo que tendría solo 7 u 8 añitos, lo único que yo hacía malo era que faltaba alguna que otra vez porque padecía mucho de la garganta. Por otro lado era bastante buena en los estudios porque mis padres me ayudaban y explicaban las tareas, pues así todo si tenía alguna falta en el dictado me pegaba Don Manuel 25 palos con una palmeta finita para que doliera más.Tambien tenía las orejas despegadas de los tirones que me daba y la cabeza llena de chichones de los coscorrones.Es mas tengo una foto de Navidad en el colegio con el resto de alumnos donde se aprecia la cara de tristeza que tenía.Eso si, tengo que agradecerle que aprendí mucho,pero me costo mucho sufrmiento hasta que salí por fin para hacer el Ingreso en el Instituto donde vi los cielos abiertos.Un saludo a todos mis compañeros de sufrimientos en tan tiernas edades.
Hola Mariló. Un verdadero placer contar con tu testimonio en este artículo sobre el Santa Rosa de Lima. Fueron muy malos momentos de palizas, abusos, ridiculización, maltrato físico y psicológico. Me alegra que este blog sirva para aglutinar pensamientos de aquellos tiempos ahora tan lejanos, pero que nos marcaron de por vida. Saludos.
Me alegro mucho que aunque sea por recuerdos no muy agradables nos encontrasemos ,la verdad que anecdotas las hay y bastantes ya podria el leer lo que de crios pasabamos en el colegio en vez de pasear por Triana que lo hace hasta ayer lo vi deveria leer todo esto que ni la mujer y los hijos le hablan
Muchas gracias Cecilia. Al menos que no nos manipulen la memoria, siempre con el objetivo de que acciones tan horrendas no se vuelvan a repetir. Que bueno volvernos a encontrar aunque sea por este medio. Un abrazo.
Hola a todos, mi nombre es Ricardo y en el año 69, comencé a estudiar en ese Colegio, en el curso de 3º, que daba las clases el propio Director, Manuel y su esposa Inma. Indicar que comparto todos los comentarios efectuados por los compañeros. Que sufrí golpes, pegar en mano con tableta y ponerme de rodillas, por no saber las lecciones. Pero es que era tanto el miedo en el cuerpo que no podía avanzar como quería. Es cierto que junto al régimen político de esos momentos y siendo niño de tan solo 9 años, pues todo parecía normal. Sin embargo mi vida cambio a mejor cuando empecé en el Inst. Perez Galdós y les puedo indicar que en tan solo dos meses, me sentí diferente, espabilado y con ganas de acudir a clase. Me gustaba estudiar y a partir de ese momento he visto como mis capacidades las podía valorar y desarrollar mucho mejor. Tengo dos hijos de 26 y 17 años y les he enseñado a saberse defender de cualquier persona que le pueda manipular tanto en sus estudios, como en cualquier otro ámbito de la vida. Desde hace muchos años trabajo en una empresa importante en esta isla, habiendo sacado la plaza por oposición y una categoría profesional de las más altas dentro de mi especialidad, recibiendo la valoración de mis superiores y otros compañeros que están bajo mi control. Saludos para Paco Glez, con quien estuve durante algunos años compartiendo clase y muchos compañeros más, como Mercedes, Maria del Pilar y hermano José, A. Mari Carmen y sus Hermano Isidro, eli , Victor Moreno, Amado y otros….
Estimado Ricardo, muchas gracias por tu interesante y enriquecedor comentario. Me alegra infinitamente que este artículo se haya convertido en un punto de encuentro y de opinión de tantos compañeros y compañeras de este colegio.
Un fuerte abrazo