25 septiembre 2023

Sorbito de vida

La mariposita vuela inconsciente tratando de superar
la autopista atestada de coches, ella no sabe en qué tiempo ha nacido, podía
haber sido en los años donde no había seres humanos, solo árboles y gigantescos
seres mágicos, no sabe que le tocó vivir su insignificante vida de apenas tres
días en los tiempos de la destrucción de la madre de las madres, de los desaparecidos, de las injusticias, de la violencia ilimitada, sigue volando
como buscando amparo en cualquier rincón que huela a flores, no sabe maldecir,
hay pensamientos que no caben en su noble mente, un cerebrito bizantino pero
que es capaz de amar y buscar a quien hará posible que deje su legado, semilla,
crisálida, en su breve paso por este lugar, rincón de universo, infinita
fantasía, inexistente quizá, la inmensidad de la altura y debajo seres de dos
patas andando como locos a un destino desconocido, maquinas de hierro echando
humo, ensuciando el azul del cielo.

Aquí estoy yo pegado a los teclados y las canciones
de Santiago Feliú, otro viajero que ya no está, la veo rondando las letras,
ella no sabe para qué sirven, ni porque mis manos se mueven tan rápidas, cada
dedo en una letra, un número tal vez si hablo de cifras del dolor, se posa en
la pared, despistada, sabe que cerca hay flores y trincheras, la foto de mis
hijas que parecen mirarme sin decirme nada, contemplan mi exiguo viaje por esta
vida, manantial de tristeza, una lagrima que brilla en mi mejilla, pero la
mariposa no se queda, es implacable en su retirada, parte de nuevo, sale por la
puerta y se pierde entre la hojas verdes de la higuera centenaria.

No pares mariposita, aprovecha las escasas horas que
te quedan, que me quedan en el solar de los sueños, cicatrices de luz, de
viento y brisa en la oscuridad de una tarde presurosa, violenta, solitaria y
suficiente para no acabar nunca el viaje, el billete sin regreso hacia la
muerte.

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