Para Pino y Lorenzo González eterno en la memoria y en la lucha.
“Los viejos amores que no están, la ilusión de los que perdieron, todas las promesas que se van y los que en cualquier guerra se cayeron”
León Gieco (La Memoria)
El recuerdo de aquellos días no se olvida desde el instante en que sonaron aquellos disparos en el campo de tiro de La Isleta, cuando cinco hombres, cinco corazones puros cayeron ensangrentados dando vivas a la heroica República. No se olvida la represión posterior de los delatores y colaboradores del fascismo. No olvidamos a nuestras abuelas mendigando comida para unos hijos huérfanos y el miedo incrustado en unos corazones heridos en sus entrañas.
Las burlas, las miradas acusadoras por las calles de aquel pueblo a nuestros familiares, a mi tío Lorenzo y su lucha eterna por un mundo mejor entre fragores y aromas revolucionarios. Un hombre bueno, un ser maravilloso, marcado de por vida por ver morir a su hermano de cuatro meses aplastado por las botas fascistas de varios asesinos y vecinos de Tamaraceite cuyos nombres me reservo no por miedo sino por puro asco. El desconcierto de un niño de tres años al ver marcharse a su padre para no volver, el secuestro de sus hermanos mayores por la beneficencia facciosa y la tristeza eterna de su madre Lola y su tía la combativa y luchadora, Rosa García.
Se respiraba en las calles de Tamaraceite un hedor a fascismo en los años 60, 70 y hasta parte de los 80. Un clasismo suburbial que acusaba a nuestras familias de haber tenido antepasados comunistas que dieron su vida luchando hasta el final por la democracia y la libertad. Una miseria humana falangista que inquisitorialmente aquel verano dejó fuera de la fiesta del club de jóvenes a mi prima, Pino González, precisamente en el día de su cumpleaños por no pertenecer a las rancias familias de la podrida y casposa «nobleza» de un barrio obrero. Un club juvenil presidido por un meapilas y niño de papá, en la actualidad convencido “demócrata”, militante de la rancia derechona colonial canaria y heredero del yugo de los que asesinaron y desaparecieron a miles de canarios.
Ahora muchos de estos sinvergüenzas siguen en sus trece disfrazados de padres de la patria y precursores de buenas nuevas, manipulando la historia con unos claros objetivos personales y políticos. Militan o simpatizan con la derecha más corrupta y sueñan en su miserable pestilencia con ser algo, con derrocar la alegría e implantar su régimen-basura de sumisión al tuerto hecho dios entre los ciegos, un personaje salido de las páginas más siniestras de los libros falangistas de Pemán o el propio Cela, encendido de puro fragor neonazi, entre banderas, entre mortajas de la sangre roja de los que cayeron defendiendo la legítima República.
Hoy recordamos en una mañana de rodaje de un documental tan esperado sobre unos sucesos enterrados intencionadamente por los asesinos, recordábamos a tanta gente que ya no está entre nosotros y que ha sufrido el fascismo, reflexionábamos los familiares de los cinco fusilados de San Lorenzo sobre los protagonismos más absurdos de quienes pretenden adueñarse de nuestra identidad como seres humanos, de nuestra memoria, de nuestra dignidad. Los que persiguen manipular la historia para obtener réditos personales, sucios intereses para alcanzar unas cotas de poder ridículas y miserables a costa de la sangre de nuestros muertos más amados.
Pasamos un nuevo sábado rojo de rodaje entre las cámaras y cigarros interminables de Carlos Reyes Lima, de su querida compañera y sus hijos, junto a la gente de Atamarazayt y de la Asociación “El Drago” de Santa Brígida, Chano, Lidia y hasta su hijo en el papel de Domingo Valencia. Un elenco completado por Juanse el comunista de San Lorenzo, Sergio Ramírez y hasta mis padres y mi prima, Pino González, su hija Laurita y mi hija Famara como testigos directos del rescate de la verdad para las generaciones futuras.
La historia nunca podrá ser vetada, la memoria jamás secuestrada por que siempre acaba alzándose, rebelándose contra los que la utilizan y la manipulan. Así es y así será por siempre hasta la victoria de la justicia, la fraternidad y la solidaridad entre los pueblos.
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Precioso!!, me he emocionado muchísimo.Desde ayer estoy con un nudo en el estómago,hoy con tus palabras ya he roto a llorar.Son muchos años de silencio absoluto, de ver como mi padre sufría la incomprensión de mucha gente del pueblo. Pero también me consta que había gente que le tenía cariño.Ver a mi tío Diego, también,uf! fue increíble. Es el único vinculo que me une a mi padre. Primo no puedo seguir, hoy no tengo palabras……….
Mucho ánimo Pino. A mi también me ha alegrado mucho recuperar el contacto después de tanto tiempo. Ha sido increible conocer a tu niña, ver como la nueva simiente renace y mantiene la semilla germinada de nuestra familia, a pesar de los intentos de los facciosos de acabar con nuestra gente, con nuestra dignidad. Es un placer tenerte en este blog.
Un fuerte abrazo a Andrés y a toda tu gente.