8 junio 2023

Una democracia ensangrentada

En el solemne día de su particular “Constitución” se
dirigían pomposamente con paso marcial, agarrados a una corona de flores hacia
el Obelisco de la calle Tomás Morales, tres altos cargos de los tres ejércitos,
junto a varios miembros del Partido de la Gürtel. Detrás en formación, firmes
como estacas, políticos y militares, varios torturadores uniformados de gala
con tricornios y medallas, dos curas obesos con sotana, entre el escaso
público, junto a los empresarios y constructores donantes de sobres a políticos
mafiosos, algunos criminales falangistas y de Acción Ciudadana ahora reciclados
a “demócratas” de toda la vida, la hija del Conde de la Vega con su marido
alemán, familiar de un nazi muy conocido por sus masacres en el gueto de
Varsovia.

Luego les esperaba la millonaria celebración pagada
con dinero público, el banquete, la mariscada regada con vino español en la
Delegación de Gobierno de la Plaza de la Feria, antiguo centro de detención y
torturas masivas desde el golpe de estado del 36.

Desde la acera del Instituto Isabel de España, María
Rosa Monzón, miraba alucinada, allí estaba junto al escenario, decorando la
ofrenda floral previa a los discursos y arengas militares, el requeté de Galdar,
un tal Raymundo Cabrera, el mismo que había asesinado a su marido, Juan Yedra,
arrojándolo a la Sima de Jinámar junto a sesenta compañeros más del Frente
Popular.

El criminal, ahora funcionario, hacía funciones de organizador del
evento junto a varios que parecían ser de su confianza, la gente no acudía, rellenaban
el acto con afiliados de partidos del régimen borbónico, María Rosa no pudo
evitar cruzar la calle, casi la atropella una guagua de la línea 2, iba ciega
hacia el tipejo, se acercó, atravesó la barrera de policías nacionales, para
plantarse ante el fascista Cabrera, el hombre la miró, no la conocía, esbozó
una sonrisa. 

-Tu mataste a mi marido hijo de la gran puta, -le dijo- el tipo no
sabía dónde meterse, la gente miraba sorprendida, el ministro del bigote,
famoso por sus vínculos con las multinacionales, avisó con la cabeza a los
esbirros policiales, que sobre la marcha la tomaron de los brazos y la sacaron
en volandas de la rotonda hacia los furgones antidisturbios, María gritaba. –Asesino
cabrón, criminal, me arruinaste la vida, pero el ministro insistía con la
mirada que la metieran cuanto antes en el vehículo azul. Se la llevaron
enseguida, uno de los policías la golpeó en el estómago, la dejó sin
respiración tumbada en la parte de atrás, la pobre mujer lloraba desesperada. –El
lo mató, el lo mató, hijo de puta, -decía entre los golpes de los uniformados
de azul- que se la llevaron a la super comisaría junto al Parque Romano, sacándola esposada, metiéndola
en el calabozo, donde le aplicaron la ley antiterrorista, para tenerla 48 horas
incomunicada, ni siquiera la dejaron llamar a su madre y a sus hijos, estuvo
allí desaparecida, como estuvo su pobre Juan, alimentada con bocadillos de
embutidos y queso caducado, hasta que la dejaron marcharse, era martes por la
tarde, salió encorvada, todavía llorando, el vestido negro roto, el cuerpo magullado, dos policías
muy altos y fuertes la acompañaron hasta la puerta, allí desorientada tomó la
guagua hasta el Hospital Insular, desde allí subió caminando hasta el Paseo de
San José donde vivía en su humilde casita, la que construyó su Juan con tanto
esfuerzo ayudado por sus hermanos Ramón y Ambrosio también asesinados por los
franquistas.

En la casa todos la habían estado buscando en los
hospitales de Las Palmas de Gran Canaria, ella no dijo nada, se tumbó en su cama boca abajo y
estalló en llantos, solo su hermano Pedro se sentó junto a ella acariciando su
pelo blanco, no dijeron nada, en sus ojos se presentía lo que había sucedido, allí
quedaron los dos, con la misma impotencia del 28 de marzo del 37 cuando se
llevaron a Juan de la misma casa los de la “Brigada”, la despedida entre golpes
de los falangistas, dirigidos por el mismo asesino que en los 2000 organizaba
la celebración del 6 de diciembre, día de la Carta Magna en España.

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