2 octubre 2023

Una especie de vómito

La mujer de unos 60 años
hizo un breve recorrido en menos de tres minutos por toda la reacción habida y
por haber, yo solo entré al bar para pedir un café para el compañero técnico de sonido de la radio tal como hago siempre, un cortado para llevar le dije al
camarero, pero la mujer comenzó su viperina diatriba con Hugo Chávez, quizá no
supiera que el Comandante ya está muerto aunque pervivan sus ideas, luego la
Cuba de Guevara, que era un asesino dijo, miraba de reojo como buscando
expectación, yo evité volver la vista, me limité a observar como salía el
chorro negro de la cafetera, la leche hirviendo, el humo que se iba directo al
techo, me detuve en el olor, esa fragancia que envuelve las tardes cuando el
sol está casi a punto de partir.
La señora no paraba de
hablar y el camarero le contestaba con monosílabos, aburrido, como si la
conociera de tiempo, siguió por Catalunya, acusó de terrorista al presidente
exiliado,  a los presos políticos, luego honró a la Guardia Civil, centrándose en la “necesidad” de
apalear a todo aquel que no se ciña a lo que ella llamaba “democracia”, buscaba
mi complicidad, tal vez provocar, solo la miré una vez, pude ver sus ojos
enrojecidos de rabia, ese odio que tanta muerte causó tras el golpe fascista
del 36, siguió y siguió no paraba, como si buscara confrontación, me recordó a
otra mujer con un gesto similar en el rostro, una que buscaba cualquier estética,
cualquier incipiente discurso de izquierdas para gritar un patético ¡Arriba
España! en plena calle.
Hacía tiempo, casi desde
niño, que no observaba ese tipo de comportamientos, algo está pasando, pensé,
la influencia de un régimen español altamente podrido que hace aguas, que ya no
tiene forma de parar su degradación, de tapar su decadente imagen de escándalos
de corrupción en todos sus estamentos, de abajo arriba, de arriba abajo. La incitación
contra lo diferente, contra quienes no pensamos como ellos, lo que llaman “delito
de odio” no es más que una excusa, una opción más para encarcelarte,
perseguirte, pisotearte, torturarte, quizá en poco tiempo matarte. Saben mucho
de eso, han tenido 80 años de dictadura y post dictadura con carta blanca para la
sangre, el robo y el saqueo.



Me fui algo sorprendido, sin
miedo, como quien observara una jauría desde un acantilado infinito, ella seguía imparable, el bar vacío, los camareros locos por cerrar y descansar hasta la hora de apertura
nocturna, ya en la acera camino de la radio escuché algo de sacar los tanques a
la calle, la necesidad de exterminar el demonio rojo, desconecté, la olvidé y
volví a recordarla minutos antes de sentarme a escribir esta mañana fría de
enero.

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