6 febrero 2025

El perdón desesperado

"Castigo menor", dibujo en tinta china de Castelao, del álbum "Atila en Galicia".

En la Sima no escapaba nadie, los tiraban de espaldas entre dos falanges, no a todos le daban el tiro en la cabeza, los hombres caían como piedras al fondo oscuro del agujero infinito…

Carlos Santana Fonte

«(…) El teléfono sonó casi a las diez de la noche, lo cogió mi madre, al principio solo se oía una respiración acelerada, me lo pasó: -Diga, diga, quién es?- Entonces una voz ronca, casi gagueando como si estuviera leyendo: -Soy Juan del Pino, les quiero hablar de Edelmiro Damaso- Yo le dije que era su nieta, que mi abuelo había desaparecido en el año 36, que no queríamos bromas de nadie. Estuve a punto de colgar porque de nuevo se hizo el silencio, le dije a mi madre el nombre de quien estaba al otro lado del teléfono, ella se puso de pie con la cara blanca como la cal, apagó la tele, se quedó delante de mi apoyada en su bastón. Entonces el hombre empezó a hablar: -Estoy muy enfermo, tengo una cosa mala y quiero que sepan donde tiramos a Edelmiro- Yo me quedé callada, lo dejamos hablar, mi madre pegó la oreja al teléfono, las dos escuchábamos, el hombre parecía una grabación, hablaba juntando las palabras, no se paraba: -Después de la paliza en la plaza de Guía lo llevamos a la comisaría de la calle Luis Antúnez en Las Alcaravaneras, allí lo tuvimos con el resto dándoles leña de mala manera, a las seis de la mañana lo llevamos con los otros en un camión a la finca de Los Ascanio en Telde, desde la hacienda salimos caminando todos los falangistas y los treinta hombres detenidos esa noche hacia la Sima Jinámar, Edel iba muy jodido, le habíamos partido el hombro de los palos en el centro de tortura, se mantenía de pie, pero se tambaleaba, a golpe de fusta llegó arrastrándose a la explanada del agujero volcánico, los colocamos en fila de a dos y creamos un pasillo formado por los falangistas, él fue de los últimos en ser lanzado al vacío de espaldas, fue muy valiente, no se quejaba, recuerdo su mirada clavada en mis ojos sin decir nada, me conocía de cuando jugábamos en el Sporting, de los entrenamientos en El Picadero de San José, de los partidos en el Campo España y el Muelle Grande, su mirada nunca se me ha quitado de la mente, ese día supe que estaba condenado, habíamos tirado a muchos más hombres, pero nunca pude olvidar sus ojos verdes, su juventud, su valentía, por eso me ha acompañado toda mi vida y ahora que estoy tan jodido quiero que ustedes me perdonen, yo era un chiquillo, me dejé llevar, no quiero ir al infierno, quiero que El Señor me acoja en su seno y que en el juicio sepa que estoy arrepentido, que les llamé, que me perdonaron- Mi madre y yo nos quedamos paralizadas, no le dijimos nada al principio, solo mi madre casi en un susurro le preguntó por el tío Perico Vega también desaparecido, el hombre no contestó, solo dijo hasta que cortamos: -¿Me perdonan? ¿Me perdonan? ¿Me perdonan? Por la misericordia de nuestro señor Jesucristo- Las dos nos quedamos abrazadas, no recuerdo cuanto tiempo, fue como si nos hubiera pasado por encima una apisonadora, a las pocas semanas supimos que Del Pino había muerto en la Clínica La Paloma, queremos que algún día los políticos saquen de la Sima sus restos para poder enterrarlos dignamente…»

Testimonio de Luisa Reyes Damaso, maestra de Primaria y nieta de desaparecido por las Brigadas del Amanecer en el Norte de Gran Canaria. Entrevista realizada el 9 de marzo de 2007 en Sardina del Norte.

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