Lo que le hicieron a Rosita, Antonio y al niño, nunca lo pudimos superar en mi familia, nos tuvimos que marchar a vivir a Guanarteme en el municipio de San Lorenzo, pero hasta allí llegaba aquel odio, nos conocían por la calle los falangistas y nos insultaban, no nos dejaron nunca vivir tranquilas en nuestro dolor.
Concepción Cabral Martel
«(…) Llevábamos al chiquillo a cá don Pedro Sintes el médico, corríamos como podíamos por la ladera oscura de La Lechuza, pero llegando al cruce con la carretera de San Mateo nos rodearon los falangistas, el niño ardía de fiebre, pero aquellos pistoleros le pusieron un arma en la cabeza a mi padre, ellos sabían que yo era madre soltera y eso no lo perdonaban aquellos personajes tan religiosos y de misa diaria, nos estuvieron vacilando varias horas con un frío que congelaba el alma, yo les pedía por favor que nos dejaran seguir, mi padre les hizo frente y le descargaron el cargador en la nunca mientras lo tenían arrodillado. Luego me quitaron a Pablito, yo creo que ya estaba fallecido y empezaron a lanzárselo entre ellos como si fuera una pelota, al rato comenzaron a patearlo al verlo muerto, yo no podía contenerme, fui a por ellos me lancé sobre Pedro Suárez Castellano, que era el jefecillo de aquella Brigada del Amanecer, le aruñé los ojos casi se los saco, entonces todos fueron a por mi, lanzaron al niño por el barranco como si fuera un trocito de leña, yo quise tirarme atrás por el risco, pero me agarraron y allí mismo me forzaron entre todos, no pasaba ningún coche, la gente de las casas de la carretera ni se asomaban, solo se oían mis gritos y mis llantos, nunca los perdonaré a estos criminales, jamás he podido recuperar los restos de mi niño, a mi padre se lo llevaron y según dicen lo tiraron ya muerto en un pozo del barranco La Mina cerca de Utiaca. No me he recuperado de lo de aquella noche, sé que moriré con ese dolor clavado en mi pecho…»
Testimonio de Rosita Cabral Martel, vecina de La Lechuza de San Mateo entre los años 1925-1939.
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