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Prudencia la catalana, Antonia la planchadora, Pureza y Antonia Gutiérrez, expuestas y humilladas. (Oropesa, Toledo).
Era normal que a las mujeres más conscientes se nos persiguiera, aquella gente tan conservadora jamás iba a permitir que siguiéramos liberando nuestras mentes, que avanzáramos en la lucha contra la explotación y el machismo.
Sara Santana Armas
«(…) La pobre Hortensia andaba desmadejada después de la detención, la habían rapado y obligado a tomar aceite de ricino por las narices en el cuartelillo de Tamaraceite, además varios días seguidos la pasearon por todo el pueblo junto a sus compañeras de la UHP amarradas con las manos delante, pa burla de los vecinos que salían a insultarlas, sobre todo intentando mostrar que estaban con los golpistas, incluso algunas amigas las llamaban ¡Putas rojas! como si no hubieran estado semanas antes con ellas en las asambleas de mujeres. El castigo había sido terrible por salir a las calles la tarde del sábado 18 de julio del 36, se juntaron las mujeres más luchadoras, también estaba tu tía Rosa García, que ya sabes lo que le hicieron esos salvajes. Cuando llegó a la casa yo acababa de entrar por los gritos de su madre que no se podía mover de la cama, ella la cuidaba, estaba muerta de hambre, llevaba tres días sin comer, la casa olía muy mal, la pobre vieja no había podido cambiarse los pañales de tela en ese mortal tiempo de espera y angustia: -¿Qué te hicieron mi niña? ¿Qué te hicieron esos criminales?- Le dijo, cuando la vio rapada y la ropa manchada de sangre: -Tendré que marcharme un tiempo- dijo Hortensia -De lo contrario corre peligro mi vida- Yo fui a buscar unos platos de caldo cilantro, lo devoraron y justo en ese instante se escuchó un fuerte golpe en la puerta, entraron varios falangistas y nos pusieron una pistola en la cabeza, me dijeron que me fuera, yo salí temblando y llegando a mi casa en el callejón del Pilar escuché los disparos, parecían truenos en aquella noche amarga de lluvia, cerré la puerta llorando, sabía que las habían matado a las dos, luego por la ventana sin que me vieran por la oscuridad vi como las sacaban arrastrándolas, primero Hortensia que todavía movía las piernas, después Lolita, su madre, echando un chorro de sangre por su cabeza. Al día siguiente vino un sobrino de Paco Bravo con la mujer y sus dos hermanas a limpiar la casa, al poco estaban viviendo allí como si la vivienda fuera suya, parecía que llevaban toda la vida en la casa de los Rodríguez, siempre fueron malos vecinos, siempre acechando lo que hacíamos o lo que hablábamos, nunca más supimos dellas, las desaparecieron pabajo, pa Las Palmas ¿Quién sabe dónde acabaron las pobres?…»
Testimonio de Luisa Tejera Machín, costurera y vecina de Tamaraceite en los días previos y posteriores al golpe de estado fascista del 36.
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