«(…) Aquel torturador no era de los normales que solo aventaban tristezas y golpes, aquel lo hacía con saña y odio, experto no solo en destrozar la piel y la carne, también la conciencia, ese tributo a las ideas que todos guardábamos en lo más profundo de nuestros corazones, era lo más terrible pasar por sus manos, no por algo era el preferido de la cúpula más criminal del ejército fascista en la isla…» Ricardo Castellano Rodríguez
«(…) El torturador Daniel Millet sabía cuando apretar a los detenidos, era experto en sacar toda la información necesaria, versado en colgar por los brazos y golpear con la porras de madera hasta extenuar o matar, así lo hacía en aquel sótano del gobierno civil de Santa Cruz de Tenerife: -Yo no tengo hijos reconocidos, solo sé que me follé y preñé a cuatro patas algunas mujeres de los rojos- decía orgulloso: -Tenían que probar alguna polla de verdad, no de mariconas de puño en alto- arengaba cuando salía a echarse los rones con los camaradas de Falange en la sala contigua a las cámaras de tortura. Millet tenía bien claro lo que hacer, sabía perfectamente al servicio de quien estaba. Los que morían había que tirarlos al mar en la costa de San Andrés, donde todos sabíamos los cientos de apotalados con piedras amarradas con sogas a sus cuellos. Millet sonreía en la entrada, con rostro despistado, tenía cara de niño, si alguien no lo conociera imaginaría a un joven ingenuo con ideas cercanas al nazismo, pero incapaz de matar una mosca. Pero era todo lo contrario, el mismo demonio fascista, el que más torturaba y disfrutaba con su trabajo no remunerado, «militancia patriótica» decía, a voz en cuello, cuando se reunía en el Bar Segundo de La Laguna, entre vinos y costillas asadas, allí contaba borracho sus «hazañas». Lo vi tantas veces crecido y en pleno fervor patrio que siempre sentí asco por aquel revenido godo de plaza, asesino fascista. Culpable del dolor y la muerte de tantos hombres honrados, violador si se terciaba alguna mujer entre las detenidas, niño mimado del puto criminal general Dolla, que lo exaltaba entre vítores en sus discursos en pleno genocidio. Lo vi tantas veces, por él pasaron tantos hombres honrados que sufrieron la peor de las humillaciones, experto en arrodillar a los más valientes, no torturaba para sacar información, lo hacía para hacer sufrir, para satisfacer su sadismo desmesurado, desangrar, para matar, para destruir la dignidad y la vida…»
Testimonio de Manuel Febles Quintana, periodista y preso político en el campo de concentración de Fyffes en los años del genocidio.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, en Tigaiba, municipio de Los Realejos, Tenerife, el 12 de mayo de 1998.
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