6 febrero 2025

Principios invencibles.

Imagen: Juan, en su casa de Tamaraceite (Gran Canaria) a principios de los 80.

«… Porqué quiero echarme en su misma fosa, sin oración y sin losa, hueso con hueso viajero…»

Silvio Rodríguez Domínguez.

Durante el entierro de Reinaldo, en el preciso instante en que cerraban el nicho, se escucho un Arriba España! Al momento el cementerio de San Lorenzo entero levantó el brazo derecho para entonar un atronador «Cara al Sol». Mi abuelo Juan Tejera era el único en el camposanto que se quedó quieto, sin mover los labios, ni hacer aquel saludo fascista. El policía, con su uniforme gris y un palillo entre los dientes, nos apuntó con la ametralladora, el dedo en el gatillo le temblaba, Juan me apretó la mano con su mano encallecida de picador de piedra, miraba fijamente al esbirro a los ojos. Mis ocho años me decían que allí pasaba algo grande, un gesto de valentía difícil de relatar, Juan alzado pensando en sus camaradas asesinados, en los años de cárcel y muerte, parecía un árbol centenario, fuerte, enraizado, allí plantado ante el leñador asesino. Al rato el sicario bajó la vista, también el arma, que pareció diluirse entre la multitud. Mi abuelo siguió firme sin soltar mi mano, aferrado a unos principios invencibles.

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