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Las manos de Diego y Lola (EDU ROBAYNA)
“Dos especies de manos se enfrentan en la vida, brotan del corazón, irrumpen por los brazos, saltan, y desembocan sobre la luz herida a golpes, a zarpazos…”
Miguel Hernández
¿Qué sentiremos en esos meses finales en que todo avanza hacia el final de la vida? La mano que antes te alzó desde las tinieblas, estará física o mentalmente para que ese dolor acumulado se alivie. No es sencillo olvidar ni cerrar esas heridas de las que tanto hablan quienes no tienen heridas, ni muertos, ni fosas, ni cunetas que abrir, es fácil hablar de reconciliación cuando lo que hubo no fue una guerra entre hermanos, fue un golpe militar contra una democracia legítima, un posterior genocidio que comenzó en el minuto uno del sábado 18 de julio del 36 y que todavía en lo albores de este siglo sigue su camino devastador. Por eso no olvido esas manos, estaba tan cerca cuando se produjo ese instante mágico, uno casi destrozado en los rincones más profundos del alma, la otra aferrada a su universo de flores y recuerdos, yo en medio tratando de asimilar tanto dolor, un sufrimiento que jamás imaginé, que mi padre y mi padre vivieron directamente desde ese año fatídico que marcó y sigue marcando las vidas de quienes de alguna forma nos negamos a olvidar, porqué he llegado a la conclusión de que la memoria es resistencia, que el olvido es derrota, justificar a quienes no tendrían ninguna duda en volver a matar y destrozar tantas familias como destrozaron. Ahora desde tanta distancia geográfica, revisando entre mis sombras, veo de nuevo esas manos y parecen brillar en el recuerdo, ser un pedacito de algo mágico, grande, universal, que no puede estar definido en una zona concreta de la Tierra, sino que forma parte de la luz universal de la conciencia humana.
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