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Castelao: "Denantes molta que aldraxada", de la colección "Atila en Galicia"
«La propia institución metió el miedo hasta el tuétano de manera que la gente tiene actualmente mucho temor, los crímenes siguen en la sombra, junto a comisarios o jueces que transitaron de un régimen dictatorial a una supuesta democracia. De la noche a la mañana dejaron de cantar Cara al Sol extendiendo la mano para volverse en los demócratas más convencidos».
Juan José Monzón, profesor y director del documental «La Sima del Olvido»
-Queremos salir de aquí- decía una ronca y lejana voz de hombre cuando llegaba la medianoche.
Candelaria Santiago, no paraba de escuchar los gemidos de los hombres heridos, hasta de alguna mujer, que habían lanzado al abismo los falangistas de Las Palmas y de Telde, como no había coches ni carreteras en toda la zona volcánica, cualquier sonido se escuchaba en veinte kilómetros a la redonda.
-¿Qué coño era aquello?- el ruido no les dejaba conciliar el sueño y su mujer se estaba volviendo loca, hasta pensaron que le habían hecho algún mal de ojo, que la habían embrujado para que perdiera la salud.
En Caserones había vecinas que rezaban el Rosario de madrugada, porque pensaban que los fallecidos necesitaban esa ayuda para salir de un bucle imposible.
No solo era el escándalo todas las madrugadas subiendo a los detenidos en fila desde la Finca de los Ascanio, guiándolos a palos y porrazos por aquel sendero, su destino era la Sima de Jinámar, donde darían con sus cuerpos en el fondo del agujero de ochenta metros, también eran los extraños sonidos fantasmales:
Lamentos, llantos, susurros, voces pidiendo auxilio, dando nombres de los asesinos, cagándose en su puta madre, llegando un momento en que se plantearon si eran vivos o muertos los que emitían esas demandas a tantos metros de profundidad, lo normal era que llegaran ya sin vida al fondo, destrozados por los golpes contra las afiladas paredes de lava seca que cortaban como navajas:
-¿Pero y si había quedado alguno vivo?- -¿Tal vez cayendo sobre los cientos de cuerpos de sus compañeros muertos que les amortiguaran el golpe?- decía su hijo Pedro Luis, el que trabajaba en los tomateros del Conde de la Vega Grande en Casa Pastores.
Ahí estaba la duda, aunque la pobre Laly, pensaba que eran los fantasmas de los asesinados que pedían ayuda, que exigían dejar de penar y ser enterrados dignamente en suelo sagrado. Eso decía mientras iba perdiendo cada día más la cordura, no comía, se hacía las necesidades encima, se pasaba la noche sentada en una piedra debajo de la parra mirando el volcán de la tristeza.
No obstante los camiones seguían descargando hombres con la colaboración del viejo Ascanio, que también era miembro de Falange, hasta la maestra de Aguimes, Maribel Castro, que tenía veinticuatro años, fue violada junto a Juana Santana, vecina de San Francisco, en los alpendres por la manada de nazis, todos bebiendo ron, borrachos como cubas, haciendo cola para destrozar en vida a las pobres muchachas, para luego tirarlas desnudas al vacío, siempre de espaldas, entre dos fascistas, para que no supieran lo que tenían detrás mientras caían.
Con los años las casas del entorno de la Sima se fueron quedando deshabitadas, nadie quería cuentas con aquellos asesinos, ninguna familia quiso seguir oyendo aquel escándalo cada noche, ningún cura accedió acudir a bendecir el llanto de los caídos.
Mi abuelo José Torres aleman está aquí o en la mar fea.