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Foto propagandística de donación de víveres a Comedor de Auxilio Social (Fondo fotográfico Biblioteca Nacional)
«(…) Las rapadas eran llevadas en medio de un pasillo humano formado por milicianos fascistas o soldados. En ocasiones fue una ceremonia realizada con el acompañamiento musical de una orquesta, para que toda la comunidad con sus burlas y chanzas reverberase los efectos de la humillación. De la hazaña se dejaba constancia en fotos que tomaban los propios organizadores para sus archivos personales…»
Lucio Martínez Pereda, Profesor de Historia. IES Valadares de Vigo
Todavía no había comenzado la verbena organizada por Auxilio Social y el Frente de Juventudes en la plaza de San Mateo, cuando ya estaban los falangistas bebiendo en el bochinche de Dieguito Talavera, allí corría el ron de Arucas como si fuera un manantial sobre la barra llena de carne cochino y de cabra, sus vestimentas azules con las flechas en el pecho hacían que casi nadie del pueblo se acercara al chiringo, los canticos patrióticos resonaban en la explanada junto a la plaza: el «Cara al sol», «Prietas las filas», el «Oriamendi», «Isabel y Fernando», el himno de La Legión, aquello parecía un cuartel tomado por más de cien falanges que venían eufóricos de uno de sus encuentros de fin de semana en el Pinar de Tamadaba.
El viejo tendero y su mujer no daban abasto friendo carne y sirviendo bebidas, ya no tenía papel para apuntar lo que se habían gastado, sabía que no le pagarían todo lo que estaban consumiendo, pero cualquiera se atrevía a decirles algo, a pedirles cuentas a unos tipos con pistola al cinto, con la siniestra fama de asesinos que tenían desde que estalló el golpe fascista del 36.
Allí había muchas caras conocidas, niños ricos de Tafira Alta, de Telde, de Las Palmas, de Ciudad Jardín, de Santa Brígida, estaba hasta el hijo de la Marquesa y un sobrino del Conde que fue piloto en la guerra, muchos de los que organizaron las cientos de sacas por toda la isla, los que tiraban a los hombres a los pozos, a los agujeros volcánicos, a La Marfea, veteranos de la muerte y la tortura, novios de la sangre que gritaban y escupían cuando hablaban.
Fue cuando Norita y Lucía Ventura, las hermanas de Las Meleguinas, llegaron en la guagua que subía por La Calzada, las muchachas eran gemelas, no pasaban de los veinte años, las dos costureras en la tienda de Fefita Rocha en La Almatriche, allí las esperaba Damián Robaina, que era novio de Lucía, la idea era pasar un ratito bailando y luego dormir en la casa de su abuela en La Atalaya.
Al verlas varios de los falangistas comenzaron a lanzarles piropos picantes, más bien insultos sexuales, sabían que su hermano Suso, el que fue luchador del Adargoma, era uno de los comunistas asesinados la segunda semana de noviembre del 37:
-Putas rojas, vengan aquí a chupar pollas- les dijo Ramón Samper, uno de los jefecillos de los flechas que era submarinista de la Guardia Civil.
Las chicas enfilaron hacia la carretera con la intención de irse del baile, pero fueron retenidas por varios de los uniformados, que allí mismo en público comenzaron a realizarles tocamientos, Damián se metió a defenderlas y le dieron en la cabeza con una pistola dejándolo en el suelo desvanecido sobre un charco de sangre, la gente comenzó a marcharse aterrada, Julio Fonte, que era uno de los policías locales del pueblo se hizo el loco, se fue en el fotingo con don José Giraldo, el cura párroco al Cuartelillo junto a la iglesia.
Luego las llevaron en volandas al bochinche, les destrozaron los vestidos de domingo con los que se habían arreglado para la taifa, las sobaron, las desnudaron allí en público, para luego meterlas en el reducido baño del bar y violarlas en grupo, uno a uno fueron pasando, peleándose por entrar primero, solo se escuchaban los himnos, las blasfemias, los improperios, y de fondo los alaridos de dolor de las muchachas, era solo el comienzo de la fiesta.
Qué hijos de puta!