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Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Gabriel García Márquez.
Felipe VI no se pone en pie ante la llegada de la espada del libertador del yugo español, Simón Bolívar, en la toma de posesión de Gustavo Petro, nuevo presidente de Colombia. De casta le viene al galgo, mucha sangre derramada en el brutal Holocausto indígena, mucha falta de vergüenza del ínclito monarca, las vergonzosas andanzas de su padre y cuñado en todo tipo de escándalos de faldas y enriquecimiento ilícito le delatan, les viene de familia, tal como dijo don Ramón del Valle-Inclán sobre su bisabuelo Alfonso XIII, “No lo echamos de España por rey sino por ladrón”.
A una toma de posesión de un presidente democrático jamás debe ir un heredero de una dictadura falangista, resulta inmoral que se quedara sentado con cara estreñida en gesto de desagravio, sabiendo a la perfección los más de ochenta millones de indígenas asesinados por la Corona tras la llamada “Conquista” de América.
El gobierno de España tendría que respetar la voluntad popular del pueblo colombiano enviando a esa investidura a un representante respetuoso y con sensibilidad, no siempre van a ganar las elecciones narcotraficantes o criminales de lesa humanidad.
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