La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor.
Paulo Freire
Hablaba hoy con mi amigo Esteban Gabriel Santana Cabrera sobre el inminente derrumbe de la escuelita casa-cueva indígena reutilizada de Chita, nuestra maestra y la de muchas vecinas y vecinos de Tamaraceite en la más tierna infancia.
Comentábamos que la política actual no entiende de sentimientos ni de sensibilidades sino de dinero y prebendas, que lo ideal para este espacio sería un reconocimiento para esta docente tan humana y buena con su alumnado.
La recreación de una escuela de esos años con sus pupitres, su pizarra, sus mapas, sus tizas, sus lapiceros, que pueda convertirse en un pequeño museo para la identidad de un pueblo, en lugar de las palas de las excavadoras del polémico Plan de Reposición de Tamaraceite.
Un homenaje a la educación, a una mujer maravillosa que derrochaba cariño y ternura por las niñas y niños del pueblo que pasaron por su aula.
Puede parecer una locura, pero si perdemos para siempre esas gotas de amor y las cambiamos por cemento, puede que una parte esencial de nuestra memoria colectiva desaparezca para siempre, se convierta en un tributo al dinero y la especulación urbanística.
Es tan triste no ser capaces de mantener para las niñas y niños del futuro el legado de Chita.
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