6 febrero 2025

«Nos acogía con cariño en su humilde casa de pobre, lo primero que hacía era preparar café caliente, sacar unas galletas María y ponerlas en la mesa, el resto era charla y conversa, no conocí a una persona que trasmitiera tanto cariño como ella».

Fermina Santana García

“(…) Cuando supimos dos días después que habían fusilado en el campo de tiro de La Isleta a tu abuelo Pancho, al alcalde y a los demás amigos y compañeros el mundo se me vino encima, ya no era solo el crimen de mi niño Braulio de cuatro meses cometido por aquel falangista de Tamaraceite la Nochebuena del 36, pocos meses antes, sino que me quedaba sola con tres chiquillos y sin ingresos de ningún tipo. Encima me afectaron tanto las dos muertes tan cercanas que no levantaba cabeza, no me quité la vida de milagro por los chiquillos, no paré de llorar durante meses o años y creo que por eso me quedé casi ciega.

Tampoco le dije nada a los tres hermanos hasta una semana después de la ejecución porque al negarnos la entrega de su cuerpo no pudimos hacerle un entierro, lo tiraron con decenas de fusilados más como perros muertos a la fosa común del cementerio de Las Palmas.

No sé cómo sigo viva de tanto sufrimiento, un dolor que tantos años después no se me va de este corazón roto que tengo.

Estaba muy enamorada de Pancho y éramos muy felices, pobres pero vivíamos con mucha alegría y tú abuelo siempre estaba de bromas y risas. Sigo sin entender como pudieron matar a un hombre tan bueno y noble tan solo por sus ideas. El nunca hizo nada malo, se desvivía y ayudaba en todo lo que podía a las familias que tenían más problemas económicos fueran de izquierdas o de derechas.

Teníamos mucha esperanza de cambio en la República, de repente en poquísimo tiempo había educación gratuita sin curas, reforma agraria, voto femenino, alfabetización, hasta se abrió un cine en Tamaraceite con películas y obras de teatro todas las semanas. La gente parecía más alegre y feliz aunque tuviéramos tan poco. Pero aquellos asesinos, caciques, militares, falangistas, maleantes vestidos de azul acabaron con todo y nos llevaron de nuevo a la Edad Media.

Quiero que tu entrevista escrita sea conocida en el futuro y que sepan que existí, que no me olviden, que conozcan cuando esté muerta que una mujer frágil y humilde como yo luchó toda su vida por el bienestar de sus hijos…”

Testimonio de mi abuela paterna Dolores García López (29/03/71).

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