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«(…) Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…»
Alfonsina Storni
Tras quitarnos a la chiquilla una existencia feliz se convirtió en una vorágine de tristeza, desamparo, deterioro físico y mental: “La vida es cruel” me decía Lola mi madre con la boca seca por siempre desde ese día. 11 años juntos y no se sabe porqué absurdos motivos se produjo ese nuevo atentado a la entrañable cotidianidad de mis viejos, quizá comparable o superior a los crímenes en el seno familiar tras el golpe fascista del 36. Esa situación de pérdida repentina les destrozó la salud y también la mía, aunque sobreviví tal vez por ser más joven con secuelas incurables.
Luego vino el abandono institucional: Cabildo, Gobierno de Canarias, falsas promesas, tratarnos como infectados, dejar tirada a una familia víctima del horror falangista hasta su muerte en 2018 y 2020 sin justicia ni reparación.
Hoy veo en televisión la conmiseración con seres que se enriquecen con los escándalos y escucho en la calle comentarios empáticos. Nosotros nunca recibimos esa solidaridad. La foto que he utilizado muy pocas veces refleja cómo nos dejaron. Esa es la casa de las flores y los pájaros en Tamaraceite y mi madre trata de cambiar en soledad, con mucho esfuerzo el pañal a mi padre. Gracias a las insuficientes y escasas horas de ayuda domiciliaria donde único encontramos algo de amor.
Este dolor no se va con nada, sigue clavado como una daga en el corazón, en el rincón más tenebroso del alma, mientras la mayoría, incluso gente cercana, sigue entretenida ante la pantalla viendo estupideces más que pactadas para ganar audiencia con montajes que solo buscan relevancia y dinero.
El verdadero dolor es otro y no sale en los interminables programas de La Sexta, el verdadero sufrimiento vive en seres anónimos, olvidados, pisoteados por la injusticia, quienes subsisten y mueren en el cementerio de la memoria.
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