«A los que llegaban en los camiones medio jodidos por la tortura los tiraban directamente en los dos pozos de los Ascanio, al resto los subían hasta la Sima donde los tiraban al fondo vivos o muertos de un disparo en la cabeza».
Juan Santana Tejera
En la boca de la Sima de Jinámar se percibe todo el horror, las palomas baten sus alas desde el abismo y se escucha la demanda de comida de sus crías, todas las veces que la he visitado he sentido la misma triste energía que ha golpeado mi pecho en los campos de exterminio de la vieja Europa, pareciera que cada persona hubiera dejado su última estela de vida como un mensaje eterno que se guarda en el corazón del infinito, los latidos del amor impregnados en este rincón volcánico de Gran Canaria. Cardones y tabaibas habitadas por los resquicios de lo que fueron personas que amaron, soñaron, sufrieron hasta el último instante el horror del fascismo. Si algún día la visitas acuérdate de esta especie de aprendiz de guardián de la Memoria.
Para ell@s van estas letras desde la distancia, es@s que siguen bajo toneladas de tierra y piedras a ochenta metros de profundidad, también para quienes tratan inútilmente de ocultar lo que sabe todo el mundo, la evidencia brutal de unos sucesos terribles trasmitidos de generación en generación entre susurros, con miedo a esos seres oscuros capaces de quitar la vida a tantas hermanas y hermanos que pensaban diferente, en las entrañas telúricas de un Archipiélago desangrado, acobardado, gobernado por la turbia fragancia del infierno.
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