«Aquella en la que una persona o un grupo de personas ejercen una violencia psicológica extrema, de forma sistemática y recurrente (como media una vez por semana) y durante un tiempo prolongado (como media unos seis meses) sobre otra persona o personas en el lugar del trabajo, con la finalidad de destruir las redes de comunicación de la víctima o víctimas, destruir su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y lograr que finalmente esa persona o personas acaben abandonando el lugar de trabajo«.
Heinz Leimann, doctor en psicología pedagógica
El alcalde Cardona estaba muy molesto por reivindicar la exhumación de la fosa común del cementerio de Las Palmas, donde sigue enterrado mi abuelo, por eso convocó a mis padres para decirles «que me tenían fichado y sabían que en horario laboral había escrito sobre el tema», «que por alguna extraña tecnología puntera me habían detectado con las manos en el teclado escribiendo algo subversivo y no dedicado al trabajo sociocultural».
Los viejos salieron junto a mi prima Pino González y Vicente Quintana, muy jodidos de aquel encuentro en las oficinas del antiguo Hotel Metropol, el jerarca ultraconservador y su concejala, Carmen Guerra, ahora apartada del PP, cargaron contra mi, lo que hizo que mi madre acabará en las Urgencias de un centro de salud cercano en la zona de Ciudad Jardín.
Mis padres Diego y Lola, supervivientes de todo tipo de horrores desde niños pensaron que aquel tipo podía ser capaz de todo, hasta de enviar algún sicario fascista a pegarme un tiro, para luego tirarme en cualquier agujero volcánico.
Yo traté de tranquilizarlos, les dije que no tenía miedo, que estaba acostumbrado a todo tipo de amenazas, que se atreviera a tocarme en mis derechos laborales, que lo llevaría directamente a los tribunales por acoso moral, pero nada era suficiente, aquella reunión les dejó muy tocados, mi padre comenzó a ir para atrás en su salud, en menos de un año ya tenía demencia, mi madre adelgazó mucho, la boca se le secaba y no había forma de que se hidratara, así estuvieron hasta su fallecimiento en 2018 y 2020.
Luego vinieron las represalias, me echaron al día siguiente de aquella reunión del destino que tenía en el Ayuntamiento, con traslado fulminante de un día para otro, bajada de categoría y remuneración, estuve cinco años con un descuento en mi sueldo mensual de unos 487 euros, lo que me puso con la soga al cuello: números rojos, facturas impagadas, notificaciones del banco por no pagar alguna mensualidad de la hipoteca, ansiedad, depresión y otras consecuencias en mi salud física y mental que todavía arrastro.
La fosa sigue sin abrirse, los que vinieron después a gobernar este municipio no repararon el daño, todo lo tuve que ganar solo en los tribunales, ni un gesto por parte de los nuevos regidores de reconocimiento a un trabajador perseguido por sus ideas revolucionarias, más de lo mismo, hasta le dieron la Medalla de Oro de la Ciudad al intendente facha, muy decepcionante todo, pero así funciona este engendro que algunos llaman pomposamente «España», no solo los de las pulseritas rojigualdas, también algunos que levantan el puño y no saben bien porqué, pero esa es otra historia.
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