6 febrero 2025

Pintura de Luis Ricardo Falero, “Brujas yendo al sabbath”, 1878

«Se derrama el misterio como un papel ajado, atropellando nuestro circo de asombro, todo el esperar castillos y brujas para salirnos del cuerpo como buscando los ángeles, los barriletes huidos, esos interminables bosques de lobos y caperuzas, esas casas de chocolate, de enanos y gigantes, esos silencios de la siesta en que uno cree volver al beso».

Roberto Jorge Santoro

Cuando llegaba la noche Rosa me hacía cuentos de brujas, de unas mujeres vestidas con pieles de cabra que se reunían entre los bardos de tuneras de Los Comunistas, cerca de los tomateros en las tierras de los Betancores, en un llano solitario debajo de la ladera de Los Giles.

Me decía que se ponían en círculo alrededor de una hoguera gigante, que no se apagaba ni con la lluvia, que luego bailaban y chillaban, tocando unos instrumentos jamás vistos, hechos de madera y cerámica, cantando en una lengua desconocida:

-No se entendía ni una palabra, era como si hubieran aparecido de la nada, sonrientes, tranquilas, sin miedo a todo aquel terror que inundaba la isla, que sembró de muerte cada rincón, hombres y mujeres detenidas, torturadas, destrozadas por aquellos demonios de azul- relataba entre susurros sentándome en su falda.

-Pero las brujas entonaban el sortilegio- decía la pobre Rosa.

Las vio por primera vez después de la violación que sufrió por parte de aquellos falangistas en el Camino Viejo de San Lorenzo, mes y medio después del asesinato del niño Braulio en Tamaraceite.

-Yo también me hice bruja- me dijo.

-Y las entendía si las miraba a los ojos, bailábamos antes del amanecer, cuando todos dormían, entre los muertos, dos venían de La Habana, otras del norte de Europa, de Turquía o Rumanía. Volaban entre los sueños, hasta las ovejas y la burra de Perico “El Sombra” podían hablar, contarnos el sufrimiento de aquel pueblo-

Mi tía abuela corroboraba que usaban unos triángulos de barro, que untados en tinta vegetal servían para decorar los cuerpos desnudos de las mujeres, tatuajes indefinibles, símbolos de la herencia ancestral.

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