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'El rostro de la guerra', pintado por Salvador Dalí en 1940, desde California (Estados Unidos), en plena Segunda Guerra Mundial
«¡Oh!, raza humana, nacida para volar, ¿Cómo puede entonces una pequeña brisa de viento hacerte caer?»
Dante Alighieri
No es la primera vez que me preguntan sobre cómo pude construir un relato concreto si las personas víctimas protagonistas murieron en la sala de tortura o de un tiro en la nuca tras ser fusiladx o arrojadx a una cuneta, pozo, agujero volcánico o el abismo marino.
Mis textos están basados en testimonios resultado de entrevistas y novelados, porque por un lado no soy historiador y no escribo ni lo pretendo desde una perspectiva científica; y por otro trato de que se conozca de forma sencilla, amena y fácil de entender para cualquier persona todo lo que sucedió tras el golpe de estado fascista de 1936 sobre la legítima democracia republicana.
En libros de entrevistas como “Fragmentos de rebelión” (2021), hay textos transcritos de mi grabadora al ordenador sin cambiar nada, sin embargo otros a petición de las personas entrevistadas tienen algunas, fechas, nombres y situaciones ligeramente alteradas. El miedo ha estado siempre presente en cada uno de los testimonios orales recabados.
De esas decenas de entrevistas realizadas desde los años 80 han salido los cientos de relatos novelados de mis publicaciones, redactados de tal forma que las cenizas del genocidio lleguen a toda la gente interesada, a las generaciones futuras, para cuando quienes vivimos ahora ya no estemos en la Madre Tierra.
La idea esencial es que no se pierda la memoria, esa parte de la historia popular, siempre desde la premisa de que solo el olvido es la muerte definitiva, el verdadero cementerio de la desaparición por siempre de tantas personas de bien que sufrieron el horror del franquismo.
¿Cómo pude estructurar un relato si las o los testigos fueron asesinadxs en ese instante fatal?
¿Quién me facilitó esa información?
La respuesta es sencilla, mis entrevistas fueron mayoritariamente a víctimas, pero también entrevisté a pistoleros y verdugos arrepentidos del yugo y las flechas, esos que al verse ancianos y enfermos temen morir y ser condenados por su Dios a ese averno de sufrimiento, diablos con cuernos y rabo con afilados tenedores en sus garras dispuestos a pincharlos y meterlos directamente en el fuego eterno de su peculiar infierno.
Muchos de estos sujetos lo pasaron muy mal en los últimos años de su vida por remordimiento de sus acciones genocidas y sus creencias. Bastantes familias saben donde están enterradxs sus seres queridos por una llamada telefónica de uno de estos personajes pidiendo clemencia, su perdón, diciéndoles a cambio el día exacto en que se produjo ese asesinato y donde enterraron o arrojaron sus cuerpos.
Por eso hubo entre mis entrevistados, siempre hombres, en esta fase de su vida que me dieron datos de esas torturas, violaciones, crímenes…, que vieron directamente con sus ojos en esos espacios del horror.
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