Una vida a lo grande entre fastos constantes, sueldazos galácticos, despilfarro masivo del dinero de la sanidad, los servicios sociales, la educación pública, operaciones estéticas millonarias, yates de lujo, cochazos, mansiones y una vida loca, loca, loca.
Todo a costa de la miseria de la clase trabajadora española, la que sufre que se tire el dinero en una monarquía medieval, pringada hasta la médula en todo tipo de escándalos de corrupción, desde el yernísimo Urdangarín, al otro, el Marichalar, las bobadas del Froilán y los pelotazos del decrepito y viejo Borbón, amigo de los cortacabezas asesinos de Arabia Saudí o del criminal monarca del estado terrorista de Marruecos, experto en la venta de barriles de petróleo a cambio de millones en paraísos fiscales, barraganas de las más caras a costa del erario público, tramas corruptas con su amante Corinna Larsen, asesino de elefantes, con ese aura de falsta campechanía creada por la bazofia mediática española.
Resulta surrealista que el actual rey Borbón se saque de la manga un reparto de leche y aceite a los niños pobres, una iniciativa casposa, al mejor estilo de los tiempos del derecho de pernada, de los Santos Inocentes, de los abusos de poder de una oligarquía corrupta y criminal, integrada por todos los apellidos nobles y grandes de España.
La beneficencia solo sirve para tranquilizar la moral de los corruptos, para que en las confesiones con sus curas particulares les digan que se tienen ganado el puto cielo, que no irán al puto infierno, sino que andarán también después de muertos entre la creme de la creme de un selecto «paraíso», esa horda de ladrones que han convertido España en un coto privado para la corrupción política generalizada, la represión, la tortura, el hambre infantil, los recortes salvajes, la exclusión social de millones de familias, mientras una minoría vive a lo grande, por el lado más bestia de la vida.
Lo primero que me sale ante la oferta borbónica es decirles que se metan por donde les quepa su leche y su aceite, que se vayan ya de España a cualquier exilio, que con total seguridad no les faltarán sátrapas que los reclamen y mantengan.
¡Abajo la monarquía! ¡Viva la República!
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