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Imagen: Ilustración de Naciones Unidas, campaña contra la tortura.
«Era habitual en la comisaría de la Plaza de la Feria pasarse con el maltrato, medían mal la presión del agua y eso les rompía la tráquea, los pulmones, el esófago, entonces preparaban a sus forenses para emitir autopsias falsas, ahí se cometieron asesinatos muchos años después de la muerte de Franco». Antonio Mesa Hernández
«(…) Al forense le pusieron la pistola en la cabeza para que firmara una autopsia de muerte natural. Carla estaba destrozada y no sólo por la violación en grupo de policías y somatenes, también porque la tuvieron colgada por las muñecas más de nueve horas, por el agua a presión de la manguera en su garganta, por los golpes de las toayas mojadas entre cuatro o cinco grises, jamás le perdonaron que no agachara la cabeza, que no se rindiera hasta el último minuto. Mi amiga y compañera, estudiante de medicina en La Laguna, sabía bien donde se había metido, era consciente de que su militancia en un grupo armado podía llevarla a aquella situación. Por eso cuando hablamos el mes anterior ella lo tenía claro: -Esto es patria o muerte– Me dijo, mientras nos tomábamos la segunda botella de malvasía en la casa de Silvia. A sus padres les llegó cinco días después un informe judicial, un ataud precintado, le había dado un desvanecimiento por el asma que padecía durante el interrogatorio decía el oficio. El cementerio de Tafira se quedó pequeño solo con los compañeros de universidad, los policías nos apuntaban con sus ametralladoras, Carla se fue en silencio, como ella quería, entre un trinar de pájaros, oliendo a flores salvajes, de fondo un intento fallido de La Internacional reprimido con porrazos y carreras…’
Testimonio de Luis Molina Cabello, antiguo militante antifranquista, oncologo en el Hospital La Paz (Madrid).
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, el 4 de mayo de 2015, en el barrio de Lavapies.
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