«Una nación que destruye su suelo se destruye a sí misma.»
Franklin D. Roosevelt
Ver hoy los vídeos del tremendo destrozo arqueológico y ambiental de Cuna del Alma en la isla de Tenerife, la utilización de la fuerza y la vergonzosa represión, provocación y humillación sobre l@s jóvenes activistas, que tratan pacíficamente de paralizar este gravísimo atentado al patrimonio histórico y natural de las Islas Canarias, me ha dado mucho que pensar, una sensación de angustia, de tristeza, de absoluto desamparo ante la pasividad institucional, mediática y política de quienes gobiernan este rincón del planeta.
De alguna manera lo que vi en esas imágenes, que recorren ahora mismo el mundo a través de las redes sociales, me remontaron a los tiempos del genocidio, donde se perseguía a quienes defendían la justicia, la democracia, los derechos sociales, tipos sin escrúpulos vestidos de azul convirtieron las islas en un insular charco de sangre.
Tampoco en aquellos años la prensa se hizo eco de tales injusticias, también gran parte del pueblo guardaba silencio y cerraba sus ventanas al paso de los camiones cargados de luchador@s que iban a ser desaparecid@s.
Así me he sentido, eso he percibido en todo lo que he visto, el corazón estremecido, la boca me supo a linfa, la misma que saborearon sin quererlo tantas personas de bien que se oponían al expolio, al robo por la violencia de la libertad.
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