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Imagen: "Cárcel la espera", ilustración de la revista PRESOS, año 2010.
«Aquella tropa de asesinos de familias nobles integraban los tribunales de los Consejos de Guerra, desde Cuartero, Siso, Dolla, Delgado, Del Campo Tabernilla, criminales como el curato Camón tienen las manos manchadas de sangre para la eternidad. Todos militares godos y canarios, de la alta sociedad isleña, están en cada resolución, en cada documento de cada juicio ilegal quedando en la historia como la mayor escoria fascista que hemos tenido en esta tierra canaria.» Manuel Brito Castellano
«(…) Los cinco hombres fueron condenados a muerte en el Consejo de Guerra celebrado en el local del Hogar del Soldado del Grupo Mixto de Ingenieros num. 4 en La Isleta, allí estuvimos presentes dos de las esposas de los reos, el resto eran falangistas, militares y personajes bien vestidos que tomaban notas y parecían simpatizar con el régimen. Brígida Cabrera y yo salimos llorando de la pequeña sala, afuera estaba lloviendo a cantaros y nos refugiamos bajo el pequeño balcón de uno de los pabellones de oficiales. Entonces vino un alto mando militar que estaba en la mesa de aquel juicio ilegal y se dirigió a mi: -Soy el capitán Camón ¿Tú eres la mujer de González? Ven que quiero hablar contigo- Me dijo mientras fumaba un Virginio y me abría una puerta que daba a una oficina pequeña. Me dio un pañuelo que olía a colonia de rosas para que me limpiara las lágrimas, llevaba un rosario en el pecho: -Su marido podría tener un indulto de última hora si nos vemos esta noche, yo la espero en mi casa a las ocho, nos tomamos unas cervecitas, una buena cena, y mañana igual le regalo la vida de su Luis- Yo me levanté enseguida del sillón de su despacho, le dije que no vendía mi cuerpo ante nadie, que se había equivocado conmigo. Él me tomó por las muñecas muy fuerte, no me soltaba, me levantó en peso y me puso sobre la mesa rompiéndome el vestido y gritando: -Lo que no consigo por las buenas lo consigo por las malas señorita- Allí mismo me violó y mis gritos no alertaron a nadie, afuera se seguían escuchando las mismas conversaciones, como si no pasara nada. Me hizo mucho daño, jamás había sentido tanto asco en mi vida, olía a humedad, a lo que huelen las iglesias más antiguas, una mezcla de sudor añejo y sahumerio. Lo vi mucho años después en la ermita de San Telmo, ayudaba en algunas tareas de la parroquia con su hijo, uno metido en política que le era un calco y que luego se dedicó a organizarle misas a Franco en democracia. A Luis lo fusilaron en abril a las cuatro de la tarde, no nos dejaron estar en el fusilamiento, su cuerpo lo recuperamos, estaba acribillado a balazos, destrozado por la tortura y el hambre del campo de concentración de Gando…»
Testimonio de Lucía Rodenas Tejada, nacida en Madrid, viuda de fusilado en la isla de Gran Canaria.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera, en el barrio de Vegueta (Las Palmas GC), el 18 de mayo de 2006.
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