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Extrema pobreza de la clase trabajadora en la dictadura franquista
«Subía el callejón con paso firme y los ojos llenos de lágrimas que jamás brotaban, llevaba en sus manos un trozo de papel de una libreta a cuadros con algo escrito, no parecía tener miedo a las consecuencias, su único destino era el paraíso del genocida que apenas dormía esperando la llegada del niño olvidado.»
Ramón Tejera Santana
Un familiar muy querido en mi pueblo se iba cada vez que se tomaba una copa de más a la casa de uno de los fascistas que acusó a mi abuelo para que lo fusilaran. Allí bajo el balcón le profería insultos y acusaciones de ser uno de los que llevó ante el pelotón de fusilamiento a su padre. Él en esos años de genocidio tenía tres o cuatro años pero jamás se le borró en su corta vida todo lo que sufrió en el seno de su clan familiar: la brutal represión, el asesinato de su hermano de cuatro meses arrojado en su presencia de cabeza por un falangista contra la pared en un registro de su humilde vivienda, luego la detención, tortura y ejecución sumarísima de su progenitor, el secuestro de sus dos hermanos mayores, la miseria y el hambre que llevó a su madre a mendigar por las calles, la violación de su tía por una manada de falanges… Demasiado para un niño tan pequeño que nunca pudo olvidar ni perdonar.
Recuerdo cuando mi padre lo acogía en casa antes de que llegara la policía para detenerlo y torturarlo toda la noche en el famoso “Cuartelillo” en la planta baja de lo que fue una Casa Consistorial de un Ayuntamiento del Frente Popular.
Quiero contar esto sin dar su nombre por respeto a sus descendientes. Tampoco nombro a los asesinos, en mi lugar de residencia de siempre, aunque ahora vivo lejos, hubo un tiempo en que lo sabía todo el mundo y guardaban un aterrador silencio.
Esto es un pequeño trocito de lo que sufrieron cientos de miles de personas honradas en todo el estado español. Lo cuento no por fomentar nada negativo contra esas fuerzas opresoras, ya me cansé de odiar y sufrir a mis años. Tan solo pido por enésima vez sin respuesta institucional justicia y reparación, que cuando muramos los últimos esto tampoco se quede en el olvido que es la triste muerte de la memoria.
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