6 febrero 2025

Diego … sin rencor.

FOTO de Carlos Reyes Lima, durante el rodaje del documental, ”La memoria interior, los fusilados de San Lorenzo”.

El rencor podría ser un sentimiento adaptativo hasta que nos damos cuenta de que afecta a nuestra autoestima.

(Jonathan García-Allen)

No hubo tiempo entre el dolor añejo que se incrusta en las entrañas de la pena y el espanto, tiempo de superarlo todo. El asesinato de tu hermano Braulio el chiquitito a manos de los pistoleros falangistas, su frágil cabecita destrozada contra la pared de la humilde casa de la Carretera General de Tamaraceite.

Luego el fusilamiento de tu padre, mi abuelo Pancho, que destrozó una familia entera, llevándote siempre en tu mochila como un pequeño animal herido cada secuencia de todo lo que nos hicieron y nos siguen haciendo.

¿Joder Diego cómo coño resististe con esa sonrisa intacta el vaho del infierno?

¿Cómo no te convertiste en un ser lleno de odio contra quienes arrasaron por todo ese amor que habitaba en nuestros corazones?

Llegabas aquellas noches explotado, roto, cansado, con los ojos enrojecidos y húmedos de las jornadas de nueve o diez horas seguidas de soldadura y yo te esperaba en la puerta de casa, deseando verte subir el callejón, siempre con alguna sorpresa en los bolsillos, en tus manos que olían a petróleo, quemadas de las chispas de los electrodos, incendiado también por dentro, tratando de darme junto a Lola Tejera, el amor de tu vida, todo esa fantasía infantil que te arrebataron a sangre y fuego.

Fueron tantos momentos mágicos, que yo inconsciente del daño generado por aquellas bestias inmundas, por el fascismo español, no fui capaz de percibir, había tantas situaciones y momentos que no entendía, que ahora tras cuidarte tantos años hasta tu muerte, como hice con mamá visualizo con el tiempo, quebrando también la tristeza heredada de la violencia política.

Seguramente si no fuera nacido donde nací me hubiera vengado, en otra coyuntura política quizá estaría ya muerto acribillado a balazos con las armas en la mano por los sicarios del régimen, pudriéndome tal vez en cualquiera de las cárceles donde condenan a quienes se alzan contra la barbarie que nos impusieron tras la muerte en la cama del mayor de los genocidas.

¡Gracias por dejarme en herencia la ternura!

Tú amor por las cosas sencillas, esa honestidad inquebrantable, de clase trabajadora, que seguramente me llevaré orgulloso al crematorio cuando me llegue la hora de partir para siempre.

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