“Nos amontonaron, peor que sardinas en lata, en las bodegas y en las carboneras del correíllo (…). Íbamos todos de pie, agavillados como el heno, rostros contra rostros. Nos hicimos a la mar y comenzaron las fatigas (…). El calor de nuestra transpirante humanidad, unido a la escasa o nula ventilación, convirtió pronto aquellas mazmorras en un horno (…). El mareo también empezó a añadir sus estragos”.
Juan Rodríguez Doreste (Sobre el traslado de presos de La Isleta a Gando)
«(…) Cuando al periodista, Manuel Fernández, lo detuvo la Guardia Civil en Arrecife de Lanzarote el 30 de septiembre de 1936 ya estaba condenado, cuando abrieron su carpeta llevaba varias cuartillas donde habían varios artículos que había escrito condenando el golpe fascista, denunciando a los Generales golpistas, sobre todo al que consideraba uno de los mayores instigadores, el General Sanjurjo. Desde el primer momento lo acusaron de «menosprecio a la patria» y «delito de rebelión». Al día siguiente lo trasladaron a Gran Canaria por mar, directo al campo de concentración de La Isleta. Desde que llegó el Teniente Lázaro, que lo estaba esperando, lo puso aparte y le dijo: -Este es el famoso periodista, no sabes la que va te va a caer encima- Manuel se mostró firme y lo miró a los ojos sin quitarle la vista, entonces vino por la espalda el Sargento Bombín y le dio un golpe en el hombro con una porra de madera. No lo tiró al suelo porque Fernández era muy fuerte, el hombro estaba roto, pero no se quejaba. Luego lo tuvieron en una chabola aparte de los presos, solo lo veíamos a la hora del reparto del rancho que venía y nos hablaba muy tranquilo. Yo era un chiquillo de quince años y el se dirigía a mi muy amable, como si me conociera de toda la vida y le hacía gracia que fuera casi un niño y me gastaba bromas. No pudimos hablar mucho con él porque lo tenían siempre vigilado, hasta que la madrugada del 6 de octubre del 36, cuando todavía nos estábamos levantando al sonar el toque de diana, vimos como los cabos de vara mandados por Bombín lo ponían en el centro de la explanada, al lado del palo de la bandera. Los presos salimos todos y nos quedamos parados delante como a unos diez metros, entonces empezaron a darle leña de mala manera por orden del Teniente Lázaro, que dijo: -Denle fuerte a este maricón, denle fuerte hasta que se arrodille pidiendo clemencia- Entonces todos los cabos de vara le empezaron a dar con palos, puños y patadas, tan fuerte que le desfiguraron la cara, pero les jodía que se mantuviera, que resistiera, parecía un monstruo, los dos ojos cerrados del todo por la hinchazón como los boxeadores, la boca rota, cayéndole dientes al suelo, yo creo que estaba medio muerto de pie porque le abrieron la cabeza con una barra de hierro, luego se cayó al suelo y el Sargento Bombín y los cabos de vara se le pusieron encima, pisándolo, sentándose en su barriga y su pecho, abriéndole la boca y haciéndole tragar un liquido negro. Luego Lázaro dio la orden de que lo dejaran allí tirado, Bombín mandó a varios presos a meterlo en una chabola donde dormíamos. Allí solo hubo tiempo de secarle el sudor de la muerte. Esa misma mañana lo metieron ya muerto en el «camión de la carne», junto con siete compañeros más que habían fusilado esa misma mañana, de allí lo llevaron al cementerio de Vegueta donde lo tiraron en la fosa número 5. Allí sigue este hombre valiente, un intelectual de primer orden, muy querido en Lanzarote, donde creo que le han hecho hasta algún homenaje. Nunca conocí alguien con tanto valor de aguantar todo lo que le hicieron…»
Testimonio de Domingo Santana Armas, más conocido por «Domingo Valencia», militante comunista, gran amigo personal y de mi familia, condenado a cadena perpetua y preso en los campos de concentración de La Isleta y Gando, Gran Canaria, fallecido con 99 años el 21 de noviembre de 2019.
Entrevista realizada por Francisco González Tejera el 18 de abril de 2016, en Tamaraceite, Las Palmas GC.
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